Queridos amigos: El ;i>Boletín Salesiano que tenéis en vuestras manos hace posible que nos volvamos a encontrar. Gracias por la cercanía y apoyo que manifestáis a la obra y misión salesianas, particularmente con vuestra acogida cordial y fidelidad a esta revista que don Bosco os regala a lo largo del año. Ya se pasó también el primer mes de este año 2006 recién comenzado. ¿Cómo hemos celebrado la fiesta de san Juan Bosco? Seguro que habremos hemos lo que nos propusimos en el número anterior de cruzar nuestra mirada con la de nuestro padre y maestro, al menos el día 31 si no en otros días del mes. Este encuentro nos habrá, sin duda, reconfortado, animado y fortalecido en nuestras opciones de vida cristiana, apostólica y salesiana, sobre todo, en la opción que como Familia Salesiana y amigos de don Bosco, hemos hecho por la educación y evangelización de niños, adolescentes y jóvenes, especialmente los más pobres y necesitados, y de los ambientes populares. Pero sí, los jóvenes, siempre los jóvenes, amigos. No podía ser de otro modo. Los niños, adolescentes y jóvenes son, con Dios, la razón de nuestra vida. Y, como don Bosco, cerca o lejos, siempre estamos pensando en ellos. Por eso, el ;i>Boletín Salesiano de este mes de febrero nos los sigue haciendo presentes y, de una manera o de otra, así será siempre porque, no lo olvidemos, igual que nuestro padre, maestro y amigo, toda nuestra vida se la hemos entregado a ellos. Este número del ;i>Boletín Salesiano que os disponéis a leer veréis también que trae un tema central muy relacionado y querido por los jóvenes: la música. ¿Nos hemos parado a pensar alguna vez lo que significa ésta para ellos? Y, desde otro punto de vista: ¿Sabemos de las enormes posibilidades que en el campo educativo y pastoral encierra esta pasión hacia la música que sienten los jóvenes? La música, en efecto, forma parte esencial e imprescindible de sus vidas y, por eso mismo, es una de las vías más accesibles para propiciar ese acercamiento a ellos, siempre necesario y hoy, además, tan urgente. De ese acercamiento, lo sabemos bien, depende el futuro de la Iglesia, pero sobre todo, el presente de los jóvenes. Esto es, precisamente, lo que don Bosco tuvo siempre muy claro. Para él la música era “un medio educativo poderoso” (MBe XI, 373) y “un atractivo más para ligar a los muchachos al Oratorio Festivo y para conquistar otros nuevos” (MBe III, 124). “Desde los principios de su institución –leemos también en las ;i>Memorias Biográficas-, había comprendido la importancia que tiene la música en la educación y formación de la juventud” (MBe XIX, 168). Por supuesto que no es todo positivo en el binomio música-jóvenes. Pero, de entrada, no puede haber por nuestra parte rechazo alguno hacia esa relación de los jóvenes con la música o hacia la misma música de los jóvenes. Por nuestra parte debe haber una actitud como mínimo comprensiva hacia ese mundo. Ya lo decía don Bosco: “la música de los niños se oye con el corazón y no con las orejas” (MBe XV, 77). Además, como dejó escrito en la ;i>Carta de 10 de mayo de 1884, para que los jóvenes amen lo que nos gusta a los adultos, los adultos debemos amar lo que le gusta a los jóvenes. ¿ Y no os parece, amigos, que en esta Cuaresma que empezará el día 1 de marzo podríamos proponernos algún compromiso para con los jóvenes en este sentido? Por ejemplo, podríamos proponernos el estar más cercanos a niños, adolescentes y jóvenes, esforzándonos con naturalidad por comprender su música. Con ella, el camino de conversión cuaresmal quizás se nos haga menos cuesta arriba. ¡Animo! Con mi afecto y oración.
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