Don Bosco celebra la misa en el altar de María Auxiliadora, de la basílica del ;i>Sacro Cuore de Roma. Es el mes de mayo de 1887. Al llegar a la consagración comienza a llorar. ¿Qué le sucede? ¿por qué llora? ¿se encuentra mal? Le pregunta don Viglietti muy preocupado. Don Bosco, moviendo la cabeza, le contesta: “ Tenía viva, ante mis ojos, la escena de mi primer sueño, a los nueve años. Veía a mi madre y a mis hermanos y oía su voz discutiendo sobre lo que había soñado…” Ahora, cercano el fin de sus días, don Bosco contempla la obra maestra que el Señor ha ido tejiendo en su vida entregada a los jóvenes. Por eso no puede contener el llanto. La promesa se ha cumplido: ser pastor de los jóvenes pobres y abandonados. Una herencia dejada a sus hijos que hoy sigue siendo un reto para todos los que apuestan por vivir la vida con los ojos de don Bosco. Cuando comienza a celebrarse el 125 aniversario de la presencia salesiana en España –los salesianos llegaron Utrera el 16 de febrero de 1881-, estas palabras quieren ser un homenaje a todos los que se esfuerzan cada día por sostener la mirada de don Bosco con ojos de fe en los tiempos que vivimos y siguen creyendo que “vale la pena” dar la vida por Jesús y el Evangelio con el estilo de don Bosco. ¡Caminemos y contemplemos como él! ¡Que sus ojos sean nuestros ojos! ¡Su mirar, nuestro caminar!
Leonardo S. Acevedo
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