Llegué un 22 de marzo a esta frontera que me está dando la mejor de mis experiencias en toda mi vida. La gente te abre las puertas de su casa, la ventana de su corazón y el baúl de todos sus anhelos y recuerdos. Te sientes tan ligado a ellos, que ni siquiera percibes lo lejos que te encuentras de tu verdadera familia, de tus amigos. Es un contacto directo e intenso con cada uno de ellos; juegos, catequesis, pláticas, convivios… Y, así, empiezas a conocerles y a descubrir todo lo que encierran; ilusiones, desilusiones, problemas, anhelos, y esa búsqueda de felicidad que la mayoría de adolescentes experimentan a cualquier coste.Es una experiencia en donde te das por completo como persona. Nuestra actividad es muy intensa, comenzando desde las 6:30 de la mañana hasta pasadas las 10 de la noche. Y, durante todas esas horas, compartimos momentos muy importantes en la vida de la gente, sus risas, formación personal y espiritual, y todo aquello que nos mueve a estar aquí, a dejarlo todo y regalarles nuestra vida.Cada día te encuentras una historia diferente, y está claro que no tenemos respuestas para todas ellas, pero con escucharlos ya les estás dando una primera contestación y, para muchos, es más que suficiente.Nos encontramos con personas que se tienen los unos a los otros, que luchan por sobrevivir y que no les importa nada lo que cueste. Lo único que tienen y lo único que les mueve es la fe, es su fe. Dejadme deciros, entonces, que esta gente es la mejor lección de vida que podemos recibir. Los que me leéis echadle, pues, valor a vuestra vida y luchad por cambiar el mundo, porque sí que se puede.
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