El día 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, en su bula ;i>Ineffabilis Deus, escribía: “Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser creída por todos los fieles.” Es la definición del dogma de la Inmaculada Concepción del que, la Iglesia universal y la Iglesia española, han celebrado, en 2004 y 2005 respectivamente, el 150 aniversario de su proclamación. Responde este dogma a importantes preguntas y a graves problemas de nuestro tiempo como el agnosticismo, la increencia o la falta de sentido de la existencia humana. El secularismo de nuestra cultura occidental encuentra interesantes orientaciones en esta excepcional declaración en la que el pueblo de Dios se manifestó con claridad. La Iglesia, una vez más, se adelanta a su tiempo, iluminando situaciones que preocupan a la humanidad. El dogma de la Inmaculada Concepción es un tesoro para la Iglesia de hoy como lo fue para la del siglo XIX. Se nos pide que seamos capaces de hacer llegar su mensaje a tantas personas de nuestra época que pueden encontrar en este dogma mariano un estímulo para vivir con mayor intensidad y sentido.
Eusebio Muñoz
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