Para comprender la presencia de la Iglesia en Marruecos es necesario tener algunos datos sobre la situación del país. Marruecos tiene 32 millones de habitantes, y la religión es norma de Estado y el rey, “comendador de los creyentes”. Se puede decir que todo marroquí es musulmán. Los cristianos de diferentes confesiones, oficialmente, son todos extranjeros. Las comunidades cristianas en Marruecos se formaron a partir de 1912, en el período del protectorado español o francés. En el año de la independencia, 1956, Marruecos contaba con 500.000 católicos, sobre todo europeos. La nacionalización de tierras, de comercios y de empresas, así como algunos atentados originan un regreso masivo a Europa. Han quedado algunas familias de aquella época, nacidos en Marruecos, y con ciudadanía europea; también he encontrado a algún español, ya mayor.Simplemente estamos Marruecos ha sido lugar de tránsito de emigrantes hacia Europa, o lugar para estudios universitarios actualmente, en especial subsaharianos. Hoy las comunidades católicas agrupan unas 30.000 personas, de 90 países. Nuestras reuniones dominicales se forman con cristianos subsaharianos y algunos europeos. Son comunidades vivas, de relaciones fraternas calurosas, de descubrimiento de la fe y del testimonio en un clima adverso. Es un testimonio, a veces heroico, ya que algunos sufren presiones, o discriminación en las aulas por su condición de cristianos. Hay numerosos obreros cristianos en las multinacionales, pero no buscan la comunidad cristiana. Y las mujeres u hombres que se han casado con una persona de Marruecos, son obligados “prácticamente” a adherirse a la fe musulmana. El testimonio y diálogo de la Iglesia en Marruecos es silencioso, humilde y sin proselitismo. Simplemente estamos. Saben quiénes somos y qué les aportamos. Ellos están orgullosos de su religión musulmana, que defienden con la protección del Estado, y con leyes coercitivas. Nosotros con nuestro testimonio sencillo, pero coherente. Es importante que si vienen voluntarios, estos sean creyentes y practicantes. Para un musulmán es un contrasentido que un cristiano falte a la oración, o que su comportamiento no sea correcto. Ellos ven en los cristianos honestidad, e imparcialidad, y saben que ofrecemos calidad de educación. Admiran de la Iglesia la obra de educación a personas que no son de su religión, las “obras de caridad” y la promoción de la solidaridad hacia todos. Ven en nosotros personas que también creen y rezan, y que se compartan bien, no siendo musulmanes. Un elogio es que una persona te diga “Tú podrías ser un buen musulmán”. Los más cercanos a nosotros saben el horario de la Misa diaria, y nos invitan a dejarles: “Padre, usted, debe ir a la oración”. Nunca nos criticarán si nos ausentamos por esta causa. En Port Lautey (Kénitra), donde me encuentro, durante el tiempo de la independencia tendría 30.000 habitantes; de ellos, unos 5.000 católicos europeos. Hoy, la Comunidad católica de Kénitra, con 700.000 habitantes, tendrá unos 20 europeos y 130 subsaharianos. Cada domingo nos reunimos unos 100, en una pequeña capilla. Una comunidad multicolor, de 22 países, donde hay más jóvenes que viejos, más hombres que mujeres y más negros que blancos. Una iglesia de extranjeros que trata de dar testimonio de su fe al pueblo que le acoge; una comunidad orante en un pueblo orante, creyentes en medio de un pueblo de creyentes.La escuela católica, una situación original En la época del protectorado, la Iglesia creó numerosas escuelas para los hijos de los europeos. Muchas Congregaciones se han ido de Marruecos. Pero la Iglesia no ha cerrado las escuelas. La diócesis de Rabat, bajo la tutela de Ecoles Catholiques au Maroc (ECAM) educa a 12.000 alumnos en 15 centros. Prácticamente todos los alumnos y maestros son musulmanes. Las escuelas católicas siguen llamándose “Don Bosco”, “Notre Dame de Meknes”, “Notre Dame de la Paix”, “St. Joseph”, “Jeanne d’Arc”, “Charles de Foucauld”. Estas escuelas tienen un proyecto educativo común, elaborado por los directores musulmanes y cristianos, en francés y árabe. Al leerlo uno siente los valores del Evangelio, sin citarlo; y al mismo tiempo los musulmanes dicen que “esto corresponde a nuestra religión”. Cada año se programan objetivos comunes. Cristianos y musulmanes pueden trabajar juntos en los grandes valores e ideales. La presencia de la Iglesia no es fácil, pero es necesaria. Es pequeña semilla, pero Dios dará el crecimiento. Queremos ser un ejemplo de amistad, de trabajo común, de testimonio. Esta presencia discreta de la Iglesia, permite a muchos saber que existe y apreciarla. No existe libertad religiosa, y la libertad de culto de los extranjeros se ejerce con discreción y humildad. Nosotros hablamos de Navidad, de Don Bosco y de los valores. Aunque la reciente Constitución no ha avanzado en el tema de libertad de conciencia, muchos se cuestionan esta ausencia en la realidad marroquí.
José Antonio Vega
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