Nada más comenzar el curso, el profesor tuvo que escuchar la angustiosa confidencia de una madre. La mujer se preguntaba qué iba a pasar ahora con su hija tras haber salido “del cascarón” del colegio, de la protección de sus maestros y enfrentarse a las libertades del instituto.–Va a convivir con compañeros mayores, que tal vez consuman droga y bebidas alcohólicas (su rostro se ensombrecía a medida que recitaba las calamidades que caerían sobre su inocente hija), pueden cambiarle sus hábitos, de niña estudiosa y obediente a holgazana y rebelde, sabiendo, además, que está iniciando su adolescencia, tengo mucho miedo, profesor. Siempre la he atado corto, y…, no sé.–Es comprensible lo que me dice, señora. Pero, por mucho que queramos, no podemos aislar a nuestros hijos del ambiente que respiran, no puede usted colocar a su hija dentro de una burbuja de cristal. Si no le alcanza la “contaminación” por los amigos, le llegará por Internet, por los videojuegos, el cine… –¿Entonces…?–Pues, pienso que lo primordial es enseñarle a elegir frente a las muchas ofertas que recibe, y que experimente valores positivos, como la lectura, el arte, la música, el teatro, el buen cine, los deportes, el amor a la naturaleza, el sentimiento de solidaridad con los necesitados… Estimular en ella una mentalidad crítica que le haga distinguir la calidad de la bazofia, de modo que desprecie los paraísos artificiales y escoja la alegría de vivir, que aprecie la felicidad de las cosas bien hechas. –Todo eso tenía que haberlo vivido desde que era pequeña…–Puede usted vincularla a una ONG, a alguna asociación a favor del medio ambiente, o a alguna comunidad de jóvenes cristianos comprometidos, que analicen la realidad a la luz del evangelio.La señora suspiró más relajada.–Y, sobre todo, no deje nunca de dialogar con ella, muéstrele confianza, usted debe ser siempre el puerto de seguridad al que acuda en los momentos difíciles.
Miguel F. Villegasespejos@arrakis.es
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