Los jóvenes actuales suelen estar conectados a las diversas redes sociales con sus móviles. El documento presinodal o Instrumentum Laboris (IL) reconocía que “es evidente cuán penetrante es la presencia de las redes digitales y sociales en el mundo de los jóvenes” (IL 34).
Lo que debemos tener en cuenta es que “las redes sociales y el universo digital no son sólo instrumentos para utilizar en la pastoral, ni representan una realidad virtual para oponerla a la realidad, sino que constituyen un lugar de vida con su propia cultura que hay que evangelizar” (IL 161). Para los jóvenes, internet no es ante todo un instrumento, sino un lugar en el que habitan.
Muchos adultos (incluyendo a evangelizadores y catequistas) no terminan de captar esto: “Por ignorancia y poca formación, a los pastores y a los adultos en general les cuesta comprender este nuevo lenguaje y tienden a tener miedo, sintiéndose frente a un ‘enemigo invisible y omnipresente’, que a veces demonizan” (IL 35).
Oportunidades y riesgos del mundo digital
El Sínodo sobre los Jóvenes ha empleado el método del “discernimiento”. Discernir no es ni aplaudir ni condenar todo, sino distinguir con serenidad lo bueno de lo malo.
El IL recoge lo positivo del mundo digital: “Las redes sociales son una parte significativa de la identidad y del estilo de vida de los jóvenes. Los ambientes digitales tienen un gran potencial para unir personas distantes geográficamente como nunca antes. El intercambio de información, ideales, valores, e intereses comunes actualmente es más posible. El acceso a herramientas de aprendizaje online ha abierto oportunidades educativas para jóvenes en zonas remotas y ha traído el mundo del conocimiento al alcance de un clic (RP 4)” (IL 34).
También se indican aspectos negativos o críticos: “La red también representa un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta el caso extremo del “dark web” (internet oscuro)… Se puede generar aislamiento, la pereza, la desolación y el aburrimiento. Es evidente que los jóvenes del mundo están consumiendo obsesivamente productos virtuales” (IL 35). Además, “el uso superficial de los medios digitales expone al riesgo de aislamiento y de refugio en una felicidad ilusoria e inconsistente que genera formas de dependencia. A menudo, los jóvenes tienden a separar su comportamiento online y offline. Es necesario ofrecerles formación sobre cómo vivir su vida digital. Las relaciones online pueden volverse inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión personal… Otros riesgos incluyen: la pérdida de la identidad causada por una falsa comprensión de la persona, una construcción virtual de la personalidad, y la pérdida de una presencia social concreta; la pérdida de la memoria, de la cultura y de la creatividad ante el acceso inmediato a la información, y una pérdida de concentración causada por la fragmentación” (IL 58).
Es un gran reto para la educación en este campo superar lo negativo y potenciar lo positivo.
Jesús Rojano Martínez, sdb
Director de Misión Joven
No hay Comentarios