“No habrá paz entre naciones sin paz entre religiones; no habrá paz entre religiones sin diálogo de religiones; no habrá diálogo de las religiones sin estándares éticos globales”. He aquí lo que Huntington plantea como el meollo de la cuestión y no es poco… El deseo de conocer a la otra cultura habitualmente se asienta, en primera instancia, en el disfrute de un cierto nivel de bienestar y educación. Pocas ganas le quedan a un pueblo de acercarse al que le es extraño cuando sus necesidades básicas no están cubiertas y el otro puede constituir una potencial amenaza. Encontrase supone partir del principio de igualdad, donde tu palabra y la mía tengan el mismo valor y sean motivo del mismo respeto y alegría. Toda palabra es única porque sólo puede salir de un ser humano, único e irrepetible. Eso es “aprojimarse”; dar pasos hacia delante, abrirse a una palabra nueva. “Aprojimarse” está en las antípodas de “apropiarse”. Interreligiosidad e interculturalidad pueden llegar a ser términos confusos si se reducen a uniformidad, cuando la meta se coloca en el deseo de hacerte igual a mí, o proselitismo, cuando lo que mueve es el ansia por convencer y conquistar a cualquier precio. Vistas así las cosas, tales conceptos sólo pueden generar xenofobias y fanatismos, movimientos de defensa y de ataque. El encuentro entre culturas y tradiciones religiosas sólo puede hallar la comunión si se basa en la justicia, en el equilibrio entre derechos y deberes.
Elena Carrasco
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