En primer lugar, con Dios en el corazón y en el horizonte. La comunión es la dimensión de Dios, que es Unidad perfecta en el Amor perfecto. Todo lo que Dios toca con su dedo creador y conservador queda empapado con la fuerza de su proyecto de comunión. Esta es la razón por la que san Lucas escribió que "En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado". El ceñidor de la unidad es el amor. Por esto la última petición de Jesús al Padre en la última cena, según Juan, es que seamos perfectos en la unidad.Nos mantenemos unidos a nuestros bienhechores por medio del correo, instrumento de relación más usado: a lo largo del año hacemos cuatro campañas.Se envía una revista mensual, Misiones Salesianas, en la que pretendemos dar a conocer el horizonte de nuestro servicio misionero a niños y jóvenes pobres y clases populares.Felicitamos a los bienhechores en su onomástico y cumpleaños con el envío de un librito de contenido misionero, escrito en algunos casos por misioneros. En el año se envían 135.000. La finalidad y el efecto sensible de nuestra comunicación con los bienhechores es la participación en una misma actitud de altruismo cristiano.Percibir que mi vida no acaba en mí es el motor de la solidaridad cristiana, de la comunión. La persona a la que amo forma parte conmigo de un ser superior a mí y a ella. Si la amputo de mi vida, muero con ella. Pero si la acepto como algo mío, porque es de Dios, porque es Dios, vivo una experiencia de lo Absoluto, de lo Infinito, anticipo la totalidad del ser. Aceptar ser uno yo y los demás o, lo que es lo mismo, vivir en comunión con los otros, es hacer que el Uno que son el Padre y el Hijo, como afirma Jesús, sea, no sólo ejemplo, sino causa de comunión, por la fuerza de su Soplo divino, para todos los hombres.Creo que por eso los bienhechores de los destinatarios de las misiones manifiestan su felicidad por vivir una experiencia que no saben definir, pero que es una auténtica experiencia de Dios.Tal vez valga, para resumir y terminar esta reflexión, la, seguramente conocida por todos, que hacía una religiosa norteamericana sobre la película La Pasión: "Cuando la Madre… fue capaz de acercarse a su hijo, le dijo tiernamente: «¡Estoy aquí!» Y Él respondió dándole (dándonos) el secreto para obtener la fuerza necesaria en el sufrimiento propiciatorio y redentor: «Mira, Madre, que hago un mundo nuevo»..
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