El pasado 28 de junio, en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, el Papa Benedicto XVI abrió el año dedicado a San Pablo. En este año paulino, celebramos y recordamos al gran apóstol que entregó generosamente su vida por el Evangelio. Y en este contexto celebrativo ha querido enmarcar el Papa este año la celebración de la Jornada del Domund, que lleva precisamente como lema: Como Pablo, misionero por vocación.Urgencia evangelizadoraLa Jornada Mundial de las Misiones es siempre en las comunidades cristianas una invitación a reflexionar sobre la urgencia persistente de anunciar el Evangelio en nuestro tiempo. Es para todos los bautizados una prioridad absoluta. Según explicó ya Pablo VI, evangelizar constituye la vocación propia de la Iglesia, su verdadera y más profunda identidad. La Iglesia no puede no ser misionera. Se trata pues de tomar conciencia de la urgencia evangelizadora, que no puede restringirse a unos pocos lugares geográficos. El evangelio debe ser anunciado en todos los confines de la tierra, y la Iglesia tiene que difundir la buena nueva del Reino de Dios, con palabras y con obras, a lo largo y ancho del mundo y de la historia. Hoy son innumerables los hombres y mujeres que esperan el anuncio del Evangelio, que se encuentran sedientos de sentido, de esperanza, de amor. A muchos los encontramos cada día en nuestro propio entorno social; otros están en lejanos países. La misión de la Iglesia se dirige a los de cerca y a los de lejos.Como PabloLa invitación misionera que este año nos hace la Iglesia en España, nos propone al apóstol Pablo como modelo y ejemplo. Difícilmente podemos pensar en otro modelo humano más apropiado. Pablo, apóstol de los gentiles, se siente a sí mismo, y así se presenta siempre, apóstol por vocación, escogido por Dios para anunciar el Evangelio. A lo largo de toda su vida se dedicó a llevar la buena nueva del Evangelio sin miedo a las dificultades, a los sufrimientos, a las adversidades, a la cárcel o a la muerte. Verdaderamente, para él, predicar el Evangelio era un deber fundamental: ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!, escribe a la comunidad cristiana de Corinto. A partir de su encuentro con Cristo, toda la vida de Pablo es una vida misionera. Se dejó llevar por la voluntad de Dios y fue siempre fiel a la misión confiada. La vida de Pablo quedó transformada por el encuentro y el amor de Jesucristo y comprendió que ya no podía vivir sino para Cristo y el Evangelio. El amor que Cristo le manifestó supo manifestarlo y entregarlo también él con absoluta generosidad. Pablo vivió con Cristo y para Cristo; y nos enseña hoy que quien vive de Cristo no puede por menos que anunciarlo. En el fondo, la misión es siempre cuestión de amor. Una Iglesia misionera es una Iglesia que vive del amor de Dios y que es capaz de irradiarlo en el mundo.
Felipe Alonso
No hay Comentarios