“El lugar donde íbamos a convivir, la colaboración en la parroquia así como en general nuestra estancia allá había sido casi delegada en Ramón Jacobo, sacerdote misionero del IEME. Colaboramos en “actividades” que tenían como objetivo ayudar a una mayor formación integral de las personas. Una de ellas fue la alfabetización de adultos. En este país –como en tantos otros de América Latina- las personas que ponen sobre sus hombros la vida familiar y el trabajo de iglesia son las mujeres. Y cuando muchas veces aquí (en el primer mundo) seguimos intentando poner de manifiesto el protagonismo del laico en la Iglesia y en la sociedad en la que se desenvuelve, allí eso está claro desde hace mucho tiempo, gracias a Dios (y al esfuerzo de ellos, por supuesto). En este sentido no es difícil observar que en la comunidad quienes tiran son las mujeres. Y es loable que por ejemplo en la parroquia hubiera reuniones semanales estudiando temas de formación –denominados escuela de laicos– en que éstos se esfuerzan por un mayor protagonismo y preparación, así como por crear ámbitos de reflexión y de puesta en común de diferentes vivencias religiosas. Con qué facilidad estas personas sencillas y humildes, que a lo sumo habrán llegado a una educación básica en la escuela, entienden la Palabra de Dios cuando se proclama en una celebración, en la lectura de la reunión de la comunidad o de una hora santa. Desde el punto de vista humano –concluyen- hemos “ganado” amigos, ánimo y esperanza de ver cómo el Reino de Dios surge, está y se desarrolla entre los más pequeños y pobres.”
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