Queridos amigos:Abordamos este mes, en las páginas centrales del Boletín, el problema de la crisis económica. Hoy todos estamos convencidos de que es no solo muy grave, sino también muy compleja. Por eso sus efectos son terribles y nocivos. Nos referimos simplemente a dos: las sangrantes desigualdades sociales y el lacerante problema del paro. Pero sabemos que hay más. Hay también otros efectos, quizás no tan concretos o aparentes, pero más alarmantes. La crisis económica cuestiona radicalmente el Estado social de bienestar, la democracia, el sistema económico-político que la sustenta y, en definitiva, el mismo “sistema”.Si la situación es grave y compleja, la solución no puede ser simple. Y, precisamente, el no ver con claridad la respuesta al problema, produce mayor malestar y desazón. Intuimos que el futuro no va a ser como el pasado; pero no somos capaces de intuir cómo será ese futuro. En medio de la crisis existen sin duda caminos posibles, que, quizás tengamos que recorrer en medio de dificultades, pero que pueden conducirnos a construir una sociedad más justa. En este mismo número señalamos un pequeño signo de solidaridad en el momento de declaración de la renta. Es solo un signo. Lo importante es que se trata de un signo de solidaridad.La crisis económica que sufrimos nos pide a todos algunas actitudes fundamentales. La primera es la solidaridad que comienza aceptando la dignidad, igualdad y libertad de las personas: constituye el único camino válido para alcanzar el desarrollo, la justicia y la paz. Junto a la solidaridad, austeridad. Frente a una cultura del consumo y del derroche escandaloso, se impone una cultura de la austeridad, capaz de superar el frenesí del “tener más para disfrutar más”. La austeridad no es una fatalidad; es una verdadera necesidad social que tiene que convertirse en “hábito del corazón” para conducir a un nuevo estilo de vida en el que el orgullo sea no el gastar y desperdiciar, sino el ahorrar y conservar. Y, finalmente, es imprescindible la transparencia en la gestión y administración pública, encaminada al servicio del bien común, y no guiada por intereses propios o partidistas.Transparencia y responsabilidad en la gestión pública contra un extendido clima de corrupción, austeridad como estilo de vida, solidaridad con quienes más sufren los efectos de la crisis, pueden alumbrar una esperanza capaz de descubrir los gérmenes del Reino de Dios que emergen en nuestro mundo.
Eugenio Alburquerque Frutos
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