2019 — Primer aniversario
¿QUÉ CUALIDADES caracterizan
a la SANTIDAD en el mundo actual? (2)
Hemos llegado al final de nuestra reflexión sobre el camino de santidad, de la mano de la Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate. Con ello hemos querido celebrar el primer aniversario de esta extraordinaria iniciativa del papa Francisco, que constituye un estímulo para todos los seguidores de Jesús.
Nos puede ser útil recordar que en el pasado mes de noviembre fijamos la atención en tres primeros tipos de cualidades: perseverancia, paciencia y mansedumbre; alegría y sentido del humor; audacia y pasión.
Ahora vamos a proseguir nuestra reflexión con la mirada puesta en un camino de santidad hecho en comunidad y en oración constante.
DOS CUALIDADES ESPECIALES:
Un camino hecho en comunidad y en oración constante
Para comprender la exigencia de estas cualidades del camino de santidad, recordemos los obstáculos que pueden impedir que avancemos por ese camino en el mundo de hoy: «la ansiedad que se convierte en violencia, nos distrae y nos debilita; el pesimismo que genera aburrimiento; el egoísmo alimentado por el consumismo; el individualismo y tantas formas de falsa espiritualidad que no tienen nada que ver con Dios y que ocupan un lugar preeminente en el actual mercado de las religiones» (GE 111).

Veamos cómo Francisco nos recomienda estas dos cualidades.
■ Un camino hecho en comunidad
«Si vivimos aislados, es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas y tentaciones del demonio y el egoísmo del mundo.Bombardeados por tantas seducciones, la soledad nos hace perder el sentido de la realidad y la lucidez, y fácilmente sucumbimos» (GE 140).
«El crecimiento en santidad es un camino que se sigue en comunidad, codo a codo con otros.Lo hemos podido observar en algunas comunidades santas» (GE 141).
«Toda comunidad está llamada a crear “un espacio iluminado por Dios en el que se experimente la presencia escondida del Señor resucitado”(san Juan Pablo II). El hecho de compartir la Palabra y celebrar la Eucaristía juntos favorece la fraternidad y nos convierte en una comunidad santa y misionera. También suscita experiencias místicas compartidas» (GE 142).
«Sin embargo, estas experiencias no son ni lo más frecuente ni lo más importante.La vida comunitaria, sea en familia, en la parroquia, en la comunidad religiosa o en cualquier otro ambiente, está hecha de pequeños detalles cotidianos» (GE 143).
«Recordemos cómo Jesús invitaba a sus discípulos a prestar atención a los pequeños detalles:
- El pequeño detalle del vino que se estaba acabando en una fiesta.
- El pequeño detalle de la oveja que se había perdido.
- El pequeño detalle de la viuda que ofreció al templo sus dos monedas.
- El pequeño detalle del aceite para las lámparas, por si el novio se demorase.
- El pequeño detalle de preguntar a sus discípulos cuántos panes tenían.
- El pequeño detalle de tener un fuego preparado y pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada» (GE 144).
«La comunidad que cuida estos pequeños detalles de amor, y cuyos miembros se ayudan mutuamente y crean un entorno abierto y evangelizador, es un lugar en el que Cristo resucitado se hace presente»(GE 145).
■ Un camino hecho en oración constante
«Aunque parezca obvio, debemos recordar que la santidad consiste en la apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y la adoración. Los santos se distinguen por el espíritu de oración y la necesidad de comunión con Dios. […] No creo en una santidad sin oración, aunque esta no se prolongue en el tiempo ni requiera sentimientos intensos» (GE 147).
«El deseo de Dios no puede dejar de manifestarse de alguna manera en nuestra vida diaria:“Procura mantenerte en oración, y no la olvides cuando hagas ejercicio corporal. Tanto si comes o bebes, como si hablas con otros o haces cualquier cosa, acude siempre a Dios y mantén tu corazón unido a Él” (san Juan de la Cruz)» (GE 148).

«Para que esto sea posible, también son necesarios algunos momentos a solas con Dios. Para santa Teresa de Ávila, “la oración es, sobre todo, encuentro amistoso y conversación frecuente con quien sabemos que nos ama”. Esto no vale solo para unos pocos privilegiados, sino para todos, porque “todos tenemos necesidad de ese silencio, ocupado por la presencia de Aquel que adoramos” (san Juan Pablo II)» (GE 149).
«En este silencio, y con la luz del Espíritu, podremos discernir los caminos de santidad que el Señor nos propone.De otro modo, nuestras decisiones serán una simple ficción; en lugar de incorporar el Evangelio en nuestras vidas, lo deformarán o lo ahogarán» (GE 150).
«El encuentro con Jesús en las Escrituras nos lleva a la Eucaristía, en la que la palabra escrita alcanza la máxima eficacia, porque aquí la Palabra viva se hace realmente presente. En la Eucaristía, el Dios verdadero recibe el culto más excelso que el mundo puede ofrecerle, porque el mismo Cristo es ofrecido. Al recibirle en la sagrada Comunión, renovamos nuestra alianza con Él y le permitimos que su acción transformadora en nuestras vidas se haga realidad con la máxima plenitud» (GE 157).
Invitación a la reflexión y al debate: ■ ¿Has tenido la oportunidad de hacer algunas experiencias de vida cristiana en comunidad, es decir, con otras personas con las que compartes las mismas inquietudes?¿Conservas un buen recuerdo de esas experiencias? ¿Piensas repetirlas? ■ ¿Qué te han parecido las recomendaciones del papa Francisco en torno a la necesidad de la oración constante? ¿Han sido novedad para ti? ¿Te será fácil llevarlas a la práctica? |
Francesc Riu, sdb

SANTIDAD SALESIANA
Andrea Beltrami
Como él, solo hay uno
Estaba en los Salesianos de Lanzo. Un día de 1885 le dijo Don Bosco: “Andrea, anímate a ser salesiano”. El mismo Don Bosco dirá más tarde: “Como él, solo hay uno”. Hace el noviciado con un objetivo claro: “Quiero hacerme santo”.
En ese momento aparece en su vida Augusto Czartoryski, príncipe polaco, enfermo de tuberculosis, que acaba de ingresar en la Congregación. Cuando se agravó su situación, encargaron a Beltrami que fuese su ángel de la guarda. Cuando murió dijo: “¡He curado a un santo!”.

El mismo Andrea cayó enfermo de tuberculosis. Tenía miedo de que no le dejaran ordenarse sacerdote. Pero, tras el permiso del Papa, fue ordenado en las Habitaciones de Don Bosco (1893) por monseñor Cagliero.
Pasó los últimos años de su vida entre cuatro paredes. Decía que era de profesión: “enfermo”. Se hizo un plan de vida basado en el trabajo y la oración, entrando cada vez más en el misterio de la Cruz de Cristo. Escribía libros sobre vidas de santos y otros temas. Decía: “Antes de escribir ruego a la Virgen, Sede de la Sabiduría y al Espíritu Santo que me iluminen y que fecunden cada una de mis palabras para que puedan penetrar en los corazones y hacer bien a las almas”.
Pero su verdadera vocación fue la oración y el sufrimiento: pedía al Señor que le hiciese víctima sacrificial unido a la Víctima divina que es Jesús: “Me ofrezco como víctima al Señor por la santificación de todos”.
Uno de los clérigos, el futuro beato Luis Variara, lo tomó como ejemplo. Curiosamente acabará fundando, entre los leprosos de Colombia, el Instituto de las Hijas de los Sagrados Corazones cuya espiritualidad es, precisamente, victimal. Pese a su enfermedad pensaba en cómo ser apóstol entre los jóvenes. Con la ayuda de don Aureli fundó el “Círculo Cesaro Balbo” que unía cultura y educación en la fe. Uno de sus socios fue el beato Pier Giorgio Frassati.
Murió con 27 años, pocos meses después de santa Teresa del Niño Jesús, también enferma de tuberculosis (fallecida con 24 años).
Sus devotos se “quejan”: fue amigo de santos (Don Bosco), y de beatos (Rua, Czartoryski, Variara), pero él sigue siendo “solo” venerable (declarado por el papa Pablo VI en 1966).
Nosotros confiamos en las palabras de Don Bosco: “Como él, solo hay uno”.
José Antonio Hernández, sdb
Delegado inspectorial de Familia Salesiana en SSM

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