¿Qué se ha propuesto Francisco con esta Exhortación apostólica?
El día 19 de marzo de 2018, solemnidad de san José, el papa Francisco firmó su tercera exhortación apostólica: Gaudete et Exsultate (Alegraos y regocijaos), sobre la santidad.
Imagino la alegría del Rector Mayor de la Familia Salesiana. Ninguna duda: el Santo Padre pensaba en nosotros al invitar a todos los seguidores de Jesús a acoger con alegría su llamada a la santidad. Ya sabemos cuál ha sido la conclusión: he aquí el tema del Aguinaldo 2019 para todos los amigos y amigas de Don Bosco: La santidad, también para ti.
Así pues, este va a ser el tema central de nuestro Boletín a lo largo de este año 2019.
En la IGLESIA,
cada miembro necesita SER —santidad—
para poder HACER—evangelización—.
El papa Francisco sabe muy bien cuál es el carácter de la misión que el Señor le confió en el año 2013, al aceptar con valentía e ilusión los resultados del Cónclave para la elección del sucesor del papa Benedicto XVI. El contenido de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium da prueba de ello (noviembre de 2013). Es su programa y su compromiso.
A partir de entonces, Francisco no ha dado puntada sin hilo. Sus documentos, mensajes, discursos, homilías e intervenciones públicas tienen sus raíces en esa rica exhortación, cuyo origen y fundamento no es otro que el Evangelio de Jesús.
Cometeríamos un error de perspectiva si leyéramos y analizáramos la Exhortación Gaudete et Exsultate sin tener en cuenta que el centro de interés de la Exhortación Evangelii Gaudium es la urgencia de promover una nueva evangelización —el HACER de la Iglesia—, lo cual comporta una profunda renovación del conjunto de la comunidad eclesial.
Pero hay algo más: esta necesaria y profunda renovación de la Iglesia requiere una conversión personal y misionera que, a su vez, exige la adopción de unas nuevas actitudes —el SER de todo miembro de la Iglesia—.
Es decir, ya en la Evangelii Gaudium Francisco aludió claramente a la necesidad de promover un cambio profundo en el mismo SER de la Iglesia y de todos sus miembros. La razón es evidente: no es posible renovar el ejercicio de la misión —el HACER—, si no logramos, previamente o a la vez, la conversión de nuestro modo de SER seguidores de Jesús.
Además, si ese proceso de conversión no comportara un cambio en nuestro modo de pensar, no podríamos dejar de hacer lo que hacemos y de hacerlo como lo hemos venido haciendo hasta ahora. La idea es tan clara como simple: el cambio en el HACER —la misión— sería una mera ilusión si no se diera un cambio en el SER —la santidad de la persona—.
Pues bien, al escribir la Exhortación Gaudete et Exsultate, Francisco ha mostrado que la santidad de cada uno de los seguidores de Jesús, fruto y expresión de la conversión personal de todos los miembros de la Iglesia, es necesaria precisamente porque la evangelización es una responsabilidad de todos los bautizados. La conclusión salta a la vista: la santidad deberá ser una característica de cada uno de nosotros.
En el próximo número nos preguntaremos de qué santidad nos está hablando ahora el papa Francisco.
Recomendaciones del papa Francisco
■ «La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así el ángel lo anunció a los pastores de Belén: “No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lucas 2, 10)» (EG 23).
■«Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar por el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están» (EG 25).
■«El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de cada uno, por fidelidad a Jesucristo: “Toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación. […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma; la misma Iglesia la necesita como institución humana y terrena”» (EG 26).
■ «Con esta Exhortación me propongo recordar la llamada a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, esa llamada que Él también te dirige a ti: “Sed santos, porque yo soy santo” (Levítico 11, 45; cf. 1Pedro 1, 16). El Concilio Vaticano II lo destacó con firmeza: “Fortalecidos por tantos y tan poderosos medios de salvación, todos los fieles, de cualquier estado y condición, son llamados por el Señor, cada uno en el propio camino, a la santidad de la que el mismo Padre es un ejemplo perfecto”» (GE 10).
Invitación a la reflexión y al debate:■ Si la Iglesia no crece en santidad, su renovación pastoral sería una mera utopía. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué implicaciones personales tiene esta afirmación? Es decir, ¿en qué te afecta? ■ ¿Cómo debe ser concebida la santidad para poder afirmar que todos los miembros de la Iglesia hemos sido llamados a alcanzarla? ¿Crees que puede ser la misma santidad para todo |
Francesc Riu, sdb
SANTIDAD SALESIANA
Beato Titus Zeman
Apóstol de las vocaciones
Nació en Vajnory (Eslovaquia, 1915). Después de una infancia marcada con problemas de salud, es curado con la intercesión de Nuestra Señora de los Dolores de Sastín. Tenía 10 años. En el fondo de su corazón hace una solemne promesa: Seré tu hijo para siempre. Cuando los Salesianos se hacen cargo del Santuario decide ser de esos curas que están con “su” Virgen. Tiene que luchar contra su familia. Pero al final lo consigue. Fue un salesiano feliz, gran profesor, gran deportista y con una salud de hierro, que le permitirá soportar los durísimos años de prisión y las torturas a muerte. Pero, ante todo, el padre Titus Zeman es salesiano sacerdote.
Tras el drama de la Segunda Guerra Mundial, los comunistas se hacen con el poder en Checoslovaquia. La Iglesia es perseguida. No puede haber vocaciones. Titus Zeman decide salvar a las vocaciones religiosas y diocesanas. Pone en práctica un plan de salvación: llevarlas, en secreto, desde Eslovaquia a Turín, pasando por Austria (controlada, en parte, por los rusos). La idea era que se preparasen para volver a la patria con la caída del régimen comunista. Titus lo consiguió dos veces. A la tercera fue detenido (abril de 1951).
Comienza entonces un largo vía crucis. Le acusan de espionaje y alta traición. Le quieren condenar a muerte, pero tienen miedo de que la gente lo convierta en mártir. A cambio se le castiga a perder todos los derechos civiles y a 25 años de trabajos forzados. Uno de ellos fue el trabajar a mano con el uranio radioactivo. Esto acortará su vida. A los 13 años de condena el régimen lo sacó de la prisión pero con control policial. Tanto que el día de su muerte estaban los espías del régimen en el funeral.
Murió en enero de 1969.
En 1991, tras la caída del Muro de Berlín, fue proclamado inocente. El 30 de septiembre de 2017 fue beatificado delante de su gente, de su familia y de algunos policías y torturadores convertidos.
“Aunque perdiera mi vida, no sería en vano, si por lo menos uno de los que ayudé, se convirtiera en sacerdote”.
Gracias a su vida, a su sacrificio, Eslovaquia es hoy una de las Iglesias más rejuvenecidas de Europa.
José Antonio Hernández, sdb
Delegado inspectorial de Familia Salesiana en SSM
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