¿QUÉ CAMINO DE SANTIDAD
propone Jesús a los que queremos seguirle? (1)
El capítulo tercero de la Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate constituye el núcleo de las enseñanzas del papa Francisco sobre el camino de santidad, un camino que puede ser transitado por todos los que creemos en Jesús de Nazaret. Este camino no es otro que el de las Bienaventuranzas.
Damos por supuesto que el ritmo de nuestro caminar dependerá de la situación personal y de las circunstancias en que se encuentre cada uno, pero todos podemos continuar en ese camino a pesar de los tropiezos.
En
cada uno de los próximos cuatro números vamos a fijar la atención en dos de las
Bienaventuranzas, siguiendo el Evangelio de Mateo.
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«SER POBRES DE CORAZÓN, esto es santidad»
«REACCIONAR CON HUMILDE MANSEDUMBRE,
esto es santidad»
Al describir en qué consiste transitar por el camino de santidad, Francisco ha usado un lenguaje al alcance de todos.
Su idea es clara y no pretende engañar a nadie: la santidad a la que Jesús nos llama es posible para todos, y los destinatarios de las Bienaventuranzas somos todos. Así de claro: «Con expresiones muy sencillas Jesús explicó en qué consiste ser santo; y lo hizo al proclamar las Bienaventuranzas» (cf. Mateo 5, 3-12).
Las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano. Por tanto, si alguien se pregunta: “¿Qué tenemos que hacer para llegar a ser buenos cristianos?”, la respuesta es sencilla: tenemos que hacer, cada uno a su modo, lo que Jesús dijo en el Sermón de la Montaña. En las Bienaventuranzas descubrimos el rostro del Maestro, un retrato que estamos llamados a reflejar en nuestras vidas, cada día» (GE 63).
Es más, las palabras utilizadas por Jesús son de muy fácil comprensión: «En el Evangelio, las palabras ‘feliz’ y ‘bienaventurado’ son sinónimas de ‘santo’. Expresan que la persona que es fiel a Dios y a su palabra alcanza la verdadera felicidad mediante su entrega personal» (GE 64).

Veamos el significado de las dos primeras Bienaventuranzas.
«Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»
Es fácil observar que algunas personas depositan su seguridad en la posesión de bienes materiales –las riquezas–. Es un grave error. Puede parecernos normal que el rico se sienta seguro si tiene abundantes ingresos económicos debidos a su profesión o a sus negocios, y que incluso crea que, si los perdiera, todo el sentido de su vida en la tierra se desmoronaría. Recordemos la parábola del rico insensato y necio (cf. Lucas 12, 16-21).
Jesús llama felices a los pobres de espíritu que mantienen el corazón abierto para que Dios, con su constante novedad, pueda entrar en él.
«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»
Francisco ha escrito que, en una sociedad donde por todos lados hay enemistad y odio, donde tendemos a clasificar a los demás por sus ideas o por sus costumbres, donde reinan el orgullo y la vanidad, y donde cada uno se cree con el derecho de alzarse por encima de los demás, parece imposible que Jesús proponga un estilo de vida contracultural: la mansedumbre.
«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11, 29). Si vivimos con tensión y engreídos ante los demás, terminamos agotados.
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RECOMENDACIONES del papa Francisco
■ «Felices los pobres de espíritu»
«La pobreza de espíritu está muy relacionada con aquella ‘santa indiferencia’ que proponía san Ignacio de Loyola: “Es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la liberad de nuestro albedrío y no nos está prohibido, de tal manera que no queramos, por nuestra parte, más salud que enfermedad, más riqueza que pobreza, más honor que deshonor, vida más larga que corta, y así en todo lo demás”» (GE 69).
«Lucas no habla de una pobreza ‘de espíritu’, sino de ser ‘pobres’ a secas (cf. Lucas 6, 20), y de este modo nos invita a una vida austera y desprendida. Por ello, nos convoca a compartir la vida con los más necesitados, como lo hicieron los Apóstoles. En definitiva, se nos llama a asemejarnos a Jesús, que “siendo rico, se hizo pobre” (2Corintios 8, 9).
«Ser pobres de corazón, esto es santidad» (GE 70).
■ «Felices los mansos»
«Pablo menciona la mansedumbre como un fruto del Espíritu Santo(cf. Gálatas 5, 23). Propone que, si alguna vez nos preocupan las malas acciones de un hermano, nos acerquemos a corregirle, pero con “espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6, 1). […] Quien defienda su fe y sus convicciones debe hacerlo con mansedumbre, y hasta los adversarios deben ser tratados con mansedumbre» (GE 73).
«La mansedumbre es una manifestación de la pobreza interior, de quien deposita su confianza solo en Dios.[…] Alguien podría objetar: “Si yo soy tan manso, pensarán que soy un necio, que soy tonto o débil”. Tal vez sea así, pero dejemos que los demás piensen esto. Es mejor ser siempre mansos, y se cumplirán nuestros mayores anhelos. Recordémoslo: los mansos “poseerán la tierra”, es decir, verán cumplidas las promesas de Dios en sus vidas.

Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad» (GE 74).
Invitación a la reflexión y al debate ■ ¿No te parece que la invitación a ser pobres y mansos es hoy una invitación claramente contracultural? Si piensas así, ¿qué opinión te merece el conjunto del Evangelio? ¿No puede ocupar un lugar en nuestra cultura? ■ Ante los que no comparten tu modo de pensar sobre cuestiones que consideras importantes, ¿cuál suele ser tu reacción espontánea? ¿Crees que es la más adecuada? ¿Tienes otras alternativas? |
Francesc Riu, sdb

SANTIDAD SALESIANA
Esteban Sándor
Salesiano Coadjutor con y por los jóvenes
István Sándor nació en Hungría (1914). En casa rezaban juntos, y juntos asistían a la iglesia y comulgaban. Todavía se conserva el rosario que su madre usaba cuando rezaban juntos.

Dibujo: Paco Fuentes, sdb
Dios le regaló un carácter bueno. Desde pequeño ayudaba a los amigos y los sostenía en las dificultades. Era un líder innato, en casa y fuera, que organizaba todos los juegos. Los franciscanos de su parroquia y la lectura del Boletín Salesiano le llevaron a los Salesianos, pudiendo cumplir así su gran deseo de trabajar por la juventud. El servicio militar y su ingreso en el ejército (Segunda Guerra Mundial) complicaron su periodo de formación. Se inclinó por el mundo de la imprenta. Quiso ser y fue un Salesiano Coadjutor convencido y ejemplar.
Al finalizar la guerra se involucró en la reconstrucción de la sociedad moral y materialmente, especialmente enseñando algún oficio a los jóvenes pobres. En 1946 hizo su profesión perpetua. En 1948 obtuvo el título de Maestro de Imprenta. Mientras tanto los acontecimientos de su patria se iban precipitando. Hungría entró bajo la influencia de la Unión Soviética. Fueron disueltos todos los grupos religiosos y muchos de sus dirigentes acabaron en la cárcel.
La imprenta salesiana fue cerrada en 1948. Esteban empezó a trabajar en imprentas públicas, a la vez que desarrollaba una intensa actividad clandestina con fines apostólicos entre los jóvenes. Incluso acompañó a un grupo de fe dentro de la policía secreta. Tuvo la posibilidad de emigrar al extranjero, pero no quiso abandonar a sus jóvenes en tiempos tan difíciles.
El gobierno comunista se enteró de su actividad y le descubrió. Fue arrestado mientras trabajaba y ya no se supo más de él. Fue torturado con brutalidad para que declarase sus “crímenes”. Sabemos que fue ahorcado el 8 de junio de 1953, aunque no nos enteramos hasta que en 1990 fue anunciada su condena y se pudo demostrar que murió como mártir de la fe. El papa Francisco lo declaró beato. A principios de 2019 se han descubierto sus reliquias.
Esteban se asemejó admirablemente al Señor y a Don Bosco en su amor a las almas, especialmente las de los jóvenes, por las cuales no se ahorró ningún sufrimiento ni peligro hasta dar su propia vida.
José Antonio Hernández, sdb
Delegado inspectorial de Familia Salesiana en SSM

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