¿EN QUIÉNES PENSABA EL PAPA FRANCISCO
AL ESCRIBIR LA EXHORTACIÓN “GAUDETE ET EXSULTATE”?
Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio aceptó el resultado de la elección del nuevo Pontífice en el Cónclave del año 2013, sabía muy bien cuál era el horizonte hacia el que él debería conducir a la Iglesia a lo largo de su Pontificado. Entonces asumió el compromiso de luchar para que todas las comunidades cristianas avanzasen en el camino de una profunda conversión pastoral y misionera.
Su plan de acción quedó plasmado en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), que es el ‘humus’ del cual han surgido las dos Exhortaciones siguientes: Amoris Laetitia (2016) y Gaudete et Exsultate (2018).
Sin embargo, los destinatarios de estos tres documentos pontificios no son los mismos. Vamos a verlo.
TODOS LOS SEGUIDORES DE JESÚS
avanzamos juntos por el camino de Santidad
Es normal que, al escribir una Exhortación apostólica, Francisco piense en los destinatarios directos de sus mensajes, y así lo indica claramente al presentarla, aunque no lo hace siempre del mismo modo. Por ejemplo, los destinatarios de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium han sido explicitados en el mismo título. Esta se dirige expresamente “a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos”. Es decir, a todos los miembros de la Iglesia, pero con un claro orden preferencial.
En efecto, la lectura del texto nos da a entender que sus destinatarios directos son los obispos, los sacerdotes y los diáconos, pero no solos, sino con las demás personas comprometidas en la acción pastoral de la Iglesia, aunque con distintos niveles de responsabilidad. La razón es clara: el tema es la misión –el HACER de la comunidad eclesial–.
Desde el punto de vista de los destinatarios se trata de un documento pontificio especial. En efecto, se dirige a todos los miembros del pueblo de Dios, aunque su complejidad y la diversidad de carismas exigen una necesaria diferenciación.
Sucede algo parecido con la Exhortación Amoris Laetitia, cuyos destinatarios son “los obispos, los presbiterios y los diáconos, las personas consagradas, los esposos cristianos y todos los fieles laicos”.
Aquí también observamos un cierto grado de diferenciación que cabe subrayar. En efecto, el parecer de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia debe ser objeto de interés por parte de todos los que han asumido un papel relevante en la misión de la comunidad eclesial.
Sin embargo, en este caso unos destinatarios privilegiados son los esposos cristianos, sin olvidar que todos los fieles laicos también deben tener acceso a los mensajes que contiene.
En cambio, al fijar la mirada en la ‘presentación’ de la Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, nos encontramos con una sorpresa que requiere una breve reflexión. Francisco no sigue la costumbre habitual, y en el título no hace alusión alguna a sus destinatarios. Si nos preguntamos por la razón de esta omisión llegaremos fácilmente a una conclusión. En este caso, no hay ni orden de preferencia ni destinatarios privilegiados. Es decir, Francisco no quiere que nadie se considere destinatario preferente –ni los obispos ni los sacerdotes ni los diáconos, ni las personas consagradas– y, por ello, que tampoco nadie se sienta excluido.
Simplemente, el título de esta Exhortación es la llamada a la santidad, y se da por supuesto que esta llamada se dirige a todos, sin distinción de ningún tipo.
RECOMENDACIONES DEL PAPA FRANCISCO
■ “Alegraos y regocijaos” (Mateo 5, 12), dice Jesús a los que son perseguidos o humillados por su causa. El Señor lo pide todo, y lo que Él nos ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos, y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada.
En realidad, la llamada a la santidad está presente en la Biblia, de diversas maneras, desde las primeras páginas. Así se lo proponía el Señor a Abraham: “Camina en mi presencia y sé perfecto” (Génesis 17, 1)» (GE 1).
■ “Mi humilde pretensión es hacer resonar una vez más la llamada a la santidad, procurando encarnarla en el contexto actual, con sus riesgos, sus desafíos y sus oportunidades. Porque a todos y a cada uno de nosotros el Señor nos eligió “para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor” (Efesios 1, 4)” (GE 2).
■ “Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de distanciarse de las ocupaciones ordinarias para dedicar tiempo a la oración. La cuestión no es esta. Todos hemos sido invitados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentre.
- ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega al Señor.
- ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia.
- ¿Trabajas para ganarte la vida? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de tus hermanos y hermanas.
- ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús.
- ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales” (GE 14).
Invitación a la reflexión y al debate:
■ ¿Te ha sorprendido la forma en que el papa Francisco plantea la cuestión de la llamada a la santidad? ¿Cuál ha sido tu reacción? ■ ¿Crees que este modo de hablar sobre la santidad es de fácil comprensión por parte de todos los cristianos? ¿Te parece normal y lógico que la llamada a la santidad sea la misma para un obispo, una madre de familia, un empresario, un empleado y un político? |
Francesc Riu, sdb
SANTIDAD SALESIANA
José Augusto Arribat
El Fray Escoba salesiano
Nació en 1879. A los 18 años entró en el Oratorio salesiano de Marsella. Profesó en Italia, de manos de don Rua. Ordenado sacerdote en 1912, fue enfermero durante la Primera Guerra Mundial (donde le concedieron la Cruz de Guerra, por heroísmo). Pasó una gran parte de su vida en La Navarre, escuela agrícola fundada por Don Bosco.
Le gustaba el trabajo sencillo de cada día. Todo era importante, también lo que nosotros consideramos secundario. Era el primero en levantarse para comprobar que todo estuviese limpio.
Siempre estaba disponible, dispuesto a acoger, a adaptarse a todos, bien fuesen ricos propietarios, humildes empleados, hermanos o novicios salesianos y, por supuesto, los jóvenes que Dios le confiaba. Este don de servicio y acogida lo manifestó hasta el heroísmo.
Durante la Segunda Guerra Mundial no dudó en esconder a familias enteras de judíos. Treinta años después de su muerte el Estado de Israel inscribió su nombre en el museo Yad Vashem de Jerusalén, declarándolo Jasidei Umot Ha-Olam (Justo entre las naciones).
Los que le conocieron sabían que era un verdadero hombre de Dios. Era fiel discípulo de san Francisco de Sales porque hacía “todo por amor, nada por fuerza”. Era un hombre de fe, pero sin ostentación; fe que se veía cuando celebraba la misa o cuando confesaba.
Aunque tenía serios problemas de vista, todos sabían que veía claramente en los corazones. Por eso su confesionario siempre estaba lleno de gente, que le llamaba Le Saint de la Vallée (el santo del valle).
Su vida se puede resumir en esta frase: No he venido para ser servido. Y lo cumplía al pie de la letra: barrer pasillos, limpiar duchas, fregar platos, cuidar enfermos, limpiar el huerto, decorar la capilla, dar betún al calzado de los más pequeños. Todo lo hacía por amor. La generosidad del que llamaban el bon père Arribat, no tenía límites. Muchas veces dejó su habitación a gente que venía de paso, durmiendo él en cualquier rincón. Su preocupación por la limpieza, por la pobreza digna eran para él señal de buena acogida.
Le costaba muy poco conectar con la gente. Aprovechaba sus largos paseos para saludar a cada uno, para pararse a hablar incluso con los que tenían fama de “come-curas”.
José Antonio Hernández, sdb
Delegado Inspectorial de Familia Salesiana en SSM
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