En noviembre de 2007 Benedicto XVI nombraba obispo de Ambanja a don Rosario Saro Vella, director y párroco de la comunidad salesiana de Bemaneviky. Es el primer Obispo salesiano de Madagascar. Unos meses antes, a su paso por la casa de Misiones Salesianas en Madrid, don Saro Vella hacía balance de su labor misionera: “Llevo 26 años en Madagascar, evangelizando, educando y trabajando en lo que necesite la gente. Los malgaches son nuestra familia y los misioneros nos interesamos por todo lo que necesitan”.En Madagascar trabajan ochenta salesianos, dispersos en una isla de 120.000 kilómetros cuadrados. Desde hace 26 años conviven con una población de mayoría animista que cuenta con pocos cristianos. Monseñor Vella dirigía la comunidad de Bemaneviky, un pueblo de 3.000 habitantes al norte de la isla: “Nuestro empeño y trabajo es la evangelización. Evangelización y educación son nuestra misión salesiana, la primera parte para el desarrollo. Por eso tenemos siete escuelas elementales, una escuela media -hasta el bachillerato- y un pequeño internado. Las escuelas son muy importantes para la gente, porque con la cultura se transmite la educación y el evangelio”.El azote de los ciclonesTrabajar en la isla de Madagascar supone enfrentarse a las pérdidas que cada año provocan los ciclones, especialmente en el norte. Cada vez son más fuertes y numerosos. En 2007, la región soportó seis ciclones. Todos causaron graves daños, pero especialmente el quinto, Indala, llegó en marzo y fue devastador. El agua subió hasta tres metros de altura, en una extensión de sesenta kilómetros. La población se refugió en los sitios más altos, en tejados, árboles, en casas de dos pisos y también en las instalaciones de la misión salesiana. Monseñor Vella acogió a las familias damnificadas: “Tratamos de ayudar como se podía, con arroz, ropa y alojamiento para los que no tenían casa. Una vez que el nivel de agua descendió, quedó todo llenó de barro, arruinando el interior de las casas, sobre todo las cabañas; los cultivos quedaron arruinados y los pozos contaminados”. “Durante días la situación se volvió caótica, con cifras cada vez más altas de muertos y desaparecidos. Las comunicaciones sólo fueron posibles mediante “cocque”, unas embarcaciones construidas con el tronco del árbol de coco. Los grupos electrógenos, los automóviles y todas las maquinarías quedaron inservibles a causa del fango. El agua, extraída con ayuda de cántaros, requería ser hervida antes de su consumo”.<Trabajando por la reconstrucción del país/b>Una vez superada la situación de emergencia, la comunidad salesiana puso en marcha la reconstrucción de la zona devastada: “Los ciclones han sido más fuertes y numerosos que otros años. Puede ser porque los bosques se cortan en muchas partes del mundo, también en Madagascar, y los ríos acumulan mucha tierra y detritos, impidiendo que el agua corra” –explica don Saro Vella- “Nosotros queríamos reconstruir las casas, hacer posibles los arrozales y otros cultivos. También hemos hecho mucho desde nuestro ambulatorio, una doctora nuestra ha trabajado mucho, porque las enfermedades han aumentado. También queríamos reconstruir los pozos deshechos que están en los poblados; algunos se pueden reconstruir y otro hay que hacerlos de nuevo. Vamos a hacer todos los que podamos, empezaremos con diez y queremos aumentar a veinte, treinta o cuarenta, porque en muchos poblados no hay agua potable”.En estos meses de reconstrucción, los salesianos del norte han recibido la ayuda del ecónomo inspectorial y de las comunidades salesianas presentes en la isla. Con sus aportaciones, 120 familias han sido atendidas en todas sus necesidades, hasta que finalmente han recibido los recursos necesarios para reanudar sus cultivos y poder sobrevivir. Se han construido viviendas para 30 familias que habían perdido todos sus bienes y dos pozos para poblaciones sin agua. 70 niños han recibido una beca de estudios. El dispensario salesiano ha recibido medicinas por un valor de 7.000 euros, que han servido para atender gratuitamente a las personas más necesitadas. A los niños de la escuela católica – 450 alumnos en la elemental y 410 de la escuela media- se les ha atendido con todos los cuidados médicos preventivos necesarios y con curas para la malaria. El balance del trabajo realizado es altamente positivo.
María Jesús Rodríguez
No hay Comentarios