La tribuna del educador
La escuela salesiana, una escuela que integra a todos los educadores en una comunidad
Entendemos la escuela salesiana como un espacio organizado en el que concurre un grupo de personas que pretende llevar a cabo un proyecto educativo singular fundado sobre el pensamiento educativo de Don Bosco. En líneas generales, podríamos afirmar que tanto más necesaria y más estrecha ha de ser la cohesión de un equipo docente en torno a un proyecto educativo cuanto más caracterizado, diferenciado u original sea dicho proyecto.
Si se pretende ofertar un proyecto “alternativo”, con intención de ir contracorriente, original, en tanto en cuanto se propone una respuesta diferente y diferenciada de cuantas se producen en el entorno, entonces la dinámica del mismo proyecto va a precisar actuaciones y tomas de posturas mucho más intencionales y comprometidas. Tal proyecto comienza a tener una significación social en el mismo momento en que un grupo de docentes se compromete con la “filosofía” del proyecto convirtiéndolo en un “estilo”. Para que esto suceda, se han tenido que generar en el grupo mecanismos de organización proporcionados al fin que se proponen y adecuados para garantizar la cohesión del equipo necesaria para la consecución de dichos fines.
Afirmar la existencia de lo “radicalmente distinto” en una sociedad secular no implica la renuncia, el apartamiento, la huida de esas realidades seculares, sino la lectura de lo secular desde lo radicalmente distinto. Cuando se trata de la educación y de la cultura, esto es todavía más apremiante. Será, pues, conveniente que el educando tenga delante educadores cuya específica identidad sea la secularidad (laicos), que codifican y descodifican esa realidad secular desde los signos evangélicos, y educadores religiosos que, con su forma de vida, les testifican que el Señor del Evangelio está más allá de estas realidades y se merece la gozosa “extravagancia” de ir contra corriente.
Lo que diferencia a una comunidad educativa de una sociedad de producción o de intereses es, precisamente, que la organización del sistema de relaciones no se basa en la tarea, sino en la mejora personal. Esa mutua ayuda, no para acometer un trabajo concreto, sino para “ser” más lo que se es y lo que se debe ser, creo que puede constituir la esencia de la relación comunitaria. Y lo creo posible.
Pero será posible siempre y cuando cada educador vea su trabajo docente como una misión. A esto lo podemos llamar “vocación”. Y la vocación, en términos prácticos, implica la integración y la interiorización de un proyecto hasta convertirlo en medio de autorrealización. Es cierto que, si no se actúa desde esta perspectiva, será imposible pensar en llevar a cabo una comunidad tal como la hemos definido. Pero no es menos cierto que eso a lo que llamamos coloquialmente vocación en el campo de la educación: a) puede nacer en un proceso, aunque las motivaciones originales hayan sido otras; b) puede perderse en el mismo proceso como consecuencia de las relaciones interpersonales dentro del grupo, y c) precisa ser cultivado cada día.
Ángel Astorgano – Coordinador Nacional de Escuelas Salesianas
Detalles desde el patio
“Un gran encuentro, que nace del corazón”
El tiempo de Cuaresma es un tiempo en el que se nos invita a hacer penitencia, a reflexionar, a cambiar y transformar nuestro corazón.
Los chicos y chicas que frecuentan un patio salesiano tienen muy asumido que la presencia del educador salesiano es algo connatural a ese lugar.
Un educador me comentaba en cierta ocasión que había descubierto en el patio el mejor espacio para tener la posibilidad de hablar, escuchar y atender desde el corazón a los chicos y chicas con los que convive en el día a día de la escuela. Con el tiempo ha ido descubriendo que nuestros destinatarios tienen necesidad de escucha, de que alguien les escuche y esté ahí. Pueden ser 25-30 minutos de encuentro entre todos aquellos que compartimos un mismo espacio donde cada uno nos presentamos tal y como somos.
El riesgo que podemos correr es que se convierta en un cumplimiento, en algo que nos viene impuesto (una penitencia cuaresmal, una guardia, un cuadrante,…).
Nuestros destinatarios no van a entender que podamos llegar a percibir el patio como algo que no nace del corazón que se materializa en un encuentro profundo entre ellos y nosotros.
Sergio Oter Díaz – Salesianos Arévalo
Pie de foto: Corazón formado entre alumnos del colegio de Salesianos Arévalo.
Detalles desde el aula
Familia y escuela
Últimamente, llegan a nosotros noticias tristes en las que se refleja el poco entendimiento entre los agentes, referentes educativos que tienen nuestros niños y jóvenes. Noticias de violencia filioparental, acoso escolar entre compañeros, de padres y alumnos a profesores, padres contra otros padres…
“Para educar a un niño hace falta una tribu entera” dice un proverbio africano.
Si la tribu no camina unida, difícilmente podremos hacer que nuestros niños y jóvenes crezcan con las habilidades suficientes para afrontar la difícil tarea de vivir, de con-vivir.
Hoy más que nunca, familia y escuela deben trabajar conjuntamente en la educación y formación de nuestra infancia y juventud. Debemos aprender a escuchar, a cooperar, a reflexionar conjuntamente.
Esta debilidad social en la que nos encontramos, llena de confrontaciones, de faltas de respeto y de escucha, de paro juvenil, de ociosidad, las aprovechan otros medios (TV, móviles, redes sociales, etc.) para “educar” a nuestros principales destinatarios que se encuentran nadando en un mar de infinitos mensajes contradictorios a cual más atractivo.
No podemos dejar que alguien desconocido sea el que dirija sus caminos.
Busquemos espacios de diálogo, de crecimiento conjunto, de aprendizaje compartido para facilitar esas habilidades para la vida y la convivencia que nuestros chicos y chicas necesitan.
Mª del Carmen Garrido – SSCC Salesianos Triana-Sevilla
No hay Comentarios