Monseñor Juárez fue enviado a la ciudad de El Alto para atender a los jóvenes marginados, como buen hijo de Don Bosco. Con gran sensibilidad ha dirigido su trabajo en favor de los sectores más necesitados de una ciudad que crece vertiginosamente, a la par que sus nuevas pobrezas. ¿Cómo fue su llegada a El Alto?El arzobispo de La Paz me envió a atender este sector pobre y juvenil que entonces pertenecía a La Paz. Me dijo que iba “como hijo de Don Bosco”, porque era “realmente una ciudad para un salesiano”. El Alto está situado en Los Andes, entre 4.000 y 4.700 metros de altitud. Hay un clima muy adverso, difícil; uno tiene que acostumbrarse físicamente a la altura, después al tema cultural y el idioma. A lo largo de estos 16 años he visto cómo El Alto se ha convertido de una zona marginal en la segunda ciudad de Bolivia, después de Santa Cruz. Esto es producto de una migración del campo a la ciudad y de otros departamentos hacia La Paz. Tenemos los problemas típicos de una ciudad que ha crecido vertiginosamente, sin planes adecuados de desarrollo. Se ha creado una zona de marginalidad, con delincuencia juvenil e inseguridad ciudadana, y unas zonas rojas de prostitución y de bebida que van en contra de la juventud. ¿Cómo ayuda la Iglesia a esta juventud?Se dedica muchísimo a programas de atención a niños, adolescentes y jóvenes. Tenemos centros de nivelación escolar, porque hay niños que tienen que abandonar la escuela para cuidar a sus hermanitos o ayudar en las tareas del campo a los padres y luego tienen que recuperar las clases. Tenemos algunos centros para jóvenes, como el Centro Don Bosco, las escuelas profesionales y otros institutos técnicos, para darles una mejor formación y que sean autogestores de su propio desarrollo. ¿Cuál es la situación familiar?Estamos sufriendo el fenómeno de la migración de madres o padres de familia, que viajan a Europa, sobre todo a España e Italia, y a Estados Unidos. Si tú vas a un colegio y preguntas quién tiene al papá o la mamá fuera, la mayoría de muchachos levantan la mano. Esa migración masiva es una amenaza fuerte para la vida familiar, porque los hijos quedan en manos de los abuelitos o de otros familiares. ¿También hay emigración del campo a la ciudad?Sí, aunque se quieren fomentar formas de desarrollo en el campo. Nosotros, como Iglesia, hemos intentado ofrecer alguna solución a este problema, por ejemplo impulsar la educación superior en los lugares de origen. Hemos promovido las Unidades Académicas Campesinas, que son prolongación de la Universidad Católica de La Paz, para que los jóvenes se queden en sus comunidades del Altiplano. Es muy consolador ver cómo se impulsa la cultura aymará, por ejemplo los jóvenes ya hacen sus tesis de licenciatura en aymará.Luego tenemos una facultad de enfermería en el Altiplano con 700 jóvenes, que son muy apreciadas porque hablan los dos idiomas y hay gente que apenas se defiende en castellano y prefiere ser atendida en aymará.También en el centro misionero de Escoba, donde están los Salesianos, tenemos una escuela para maestros, además de la universidad y de un centro de agronomía. ¿Cuál es la situación política en El Alto?La ciudad tuvo una posición valiente en octubre de 2003, cuando se derrocó al presidente de entonces por la nacionalización de los hidrocarburos, y también ha sido importante por la realización de la asamblea constituyente. Son dos hechos históricos que están dando un porvenir distinto a Bolivia. Se ha recuperado la propiedad de los hidrocarburos para el Estado boliviano y se han incrementado los impuestos a las multinacionales que tenían en sus manos estos recursos naturales no renovables. Con la industrialización de estos recursos se consiguen fuentes de empleo para que la gente tenga un sueldo más digno.Los constituyentes –responsables de ofrecer una nueva Constitución política del Estado- son, en su mayoría, de esferas sociales que antes habían sido excluidas. Este hecho, junto con el triunfo en las elecciones del actual presidente, ha hecho resurgir a una clase social que estaba marginada. Y yo creo ver aquí una señal del trabajo de la Iglesia, que había apostado por la inclusión de los excluidos en la vida social, de dar realmente voz al pueblo que estaba marginado y, sobre todo, revalorizar la autoestima de esos sectores empobrecidos y olvidados, que han tomado un rol protagonista. ¿Bolivia vive más tranquila?Se ha conseguido, a pesar de los conflictos, una paz social que no conocíamos en Bolivia. El clima social es mucho más favorable que en años anteriores. Hay que dar oportunidad a todos para que sean protagonistas de su historia, pero también hay que dejar a los constituyentes que hagan el trabajo para el que fueron elegidos, lograr una Constitución que sea aceptada por todos, donde todos los sectores se vean reflejados y que ofrezca un acercamiento, una reconciliación y también un perdón. ¿Cuáles son sus proyectos para El Alto?Tengo la suerte de haber puesto en marcha una diócesis nueva y ahora estoy embarcado en la construcción del seminario diocesano. Estoy promoviendo la pastoral vocacional y la formación de los nuevos presbíteros. Hemos optado por la creación de un clero diocesano alteño, con rostro propio aymará, pero abierto a esta universalidad que es la Iglesia. Yo creo que todo lo que se haga por la formación de un clero propio, para que atienda a su gente, es un granito de arena que se está aportando para que la Iglesia sea cada vez más local y universal.
María Jesús Rodríguez
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