¿Qué sensaciones y sentimientos experimentas al comenzar el cargo de inspector? Estoy viviendo con paz interior. Sé que el reto es difícil, pero sé también que quien llama es fiel y cumplirá su palabra. Me viene a la mente la experiencia de estos seis años en la Inspectoría como vicario, me ha ayudado a conocer la realidad inspectorial y esto a su vez me ha traído el don de ayudarme a crecer como persona, como salesiano. Son muchas más las luces que las sombras, aunque éstas te dejen en la más absoluta oscuridad. Sereno, con paz, trabajando, pensando que mi vida va a cambiar, no en sus opciones fundamentales y compromiso salesiano, sí en el quehacer cotidiano que ha de estar fundamentalmente al servicio de los salesianos y de los seglares con quienes compartimos el carisma.¿Cuáles son las tres prioridades fundamentales que te propones afrontar desde el primer momento? La primera, renovar nuestra acción evangelizadora, en cada uno de nuestros ambientes. La realidad social y cultural ha cambiado, el paisaje socio-religioso también ha cambiado y está en constante evolución. Aunque la fe cristiana no ocupe ya el lugar de preferencia en nuestra sociedad, los jóvenes siguen buscando un sentido para su vida y no dejan de lado las preguntas fundamentales sobre su existencia. Descubramos por tanto cómo acercarnos a este mundo de hoy y presentar la buena noticia del Reino. Requiere actitudes personales de coherencia personal, fidelidad a la llamada, compromiso con el ser humano, diálogo, respeto a la diferencia, tolerancia hacia otras formas de vida social y cultural, ser elementos de cohesión y de integración social… Todo ello sin perder nuestra identidad y sin renunciar a lo que hoy podemos aportar a la sociedad. Estoy convencido que una acción evangelizadora renovada en la propuesta y en la metodología ha de enriquecer sin duda nuestra propia experiencia de fe. Los salesianos que hemos apostado por los jóvenes tenemos aquí un campo por trabajar. La segunda: vivir una experiencia vocacional gozosa y consistente. Que nuestra vida anuncie una experiencia de Dios gozosa y por tanto significativa en los ambientes en que nos encontramos. La mejor propuesta vocacional es la que brota de nuestra vida y de la vida de nuestras comunidades. Sin angustias, por la escasez, y sin olvidar que las vocaciones son un don de Dios, pero siendo fieles al mandato de proclamar con nuestra vida la presencia de Dios. Esto significa dar prioridad a la experiencia de Dios en nuestra vida y comprometernos por ofrecer a Dios mismo a los jóvenes, no tanto por lo que hacemos, que también es importante, sino sobre todo por lo que somos. Significa también cuidar nuestra vida espiritual, tal vez hemos perdido una cierta tensión espiritual y nos puede la rutina y la poca creatividad y consistencia espiritual. Nuestra experiencia vocacional es el mejor regalo que podemos ofrecer a cuantos comparten con nosotros el espíritu y la misión de don Bosco. El próximo Capítulo General nos ofrece como itinerario una ocasión estupenda para crecer en esta dirección ya que se nos presenta la tarea de recuperar el corazón pastoral de don Bosco en una cultura como la actual. Dios nos ofrece siempre recursos para actualizar nuestra vida religiosa, salesiana y enriquecerla con los acontecimientos que vivimos. Y la tercera: la clave para situarse en la vida es la formación. Pienso que la mediocridad y la rutina empobrecen nuestra vida. Hemos de seguir invirtiendo en formación. La formación imprime calidad a nuestra vida y a las acciones que brotan de ella. A cualquier profesional le pedimos que sea competente cuando acudimos a él. Estamos llamados a ser expertos, testigos de la primacía de Dios, garantizar la identidad carismática salesiana, ser centro de comunión en un mundo complejo y multicultural… todo eso exige cualificarse, prepararse y hacer experiencia personal de cuanto se estudia y reflexiona. Los jóvenes a los que somos enviados necesitan junto a ellos a personas cercanas, positivas, llenas de esperanza y puestas al día y cualificadas para poder acompañar. Salesianos y seglares hemos de seguir invirtiendo esfuerzos de todo tipo, también económicos, en formación.¿Cómo concretarías eso de ejercer tu servicio de inspector "con caridad y sentido pastoral”, tal como indica el artículo 161 de nuestras Constituciones? Ejercer el ministerio de inspector “con caridad y sentido pastoral” implica cercanía y acompañamiento de los hermanos y comunidades. Participar de la vida de la inspectoría y en ella sentirme al lado de cuantos animan el carisma salesiano. Ser pastor de los más débiles, de los que sufren: enfermos, jóvenes en dificultad, familias desestructuradas, etc. Es algo que no hemos de olvidar. Esto he de traducirlo en opciones personales concretas, las palabras aquí no suelen interesar a nadie. Mi madre, siempre que me iba de casa en las visitas que le hacía o en vacaciones me decía, con esa sabiduría que tienen las madres para resumir en una frase el proyecto de vida del hijo, “sé bueno”, me lo decía en valenciano: ;i>“que sigues bo”. Ha sido un reto esto del ser bueno y bondadoso con los que están a mi lado. La verdad es que me sigue costando y me hallo lejos de ese proyecto. Pero creo en él. Pero de ahí a la figura de Jesús buen pastor y al corazón pastoral de don Bosco hay una continuidad que en la vida me ha ayudado a crecer. Vivir así es un reto que tengo ahora mismo en mi vida. El Rector Mayor me insistió en el encuentro que tuve con él en encarnar en mi vida cada vez más la figura de don Bosco, es ir identificándome con él cada vez más. Estoy muy lejos de eso, pero me he puesto en camino
Josep Lluís Burguera
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