Ante todo, José Miguel, gracias por dedicarnos un poco de tu tiempo. Tu nombre ha estado muy presente en las “quinielas” de los posibles candidatos. ¿Cómo supiste en rea-lidad del nombramiento? ¿Cuál fue tu primera reacción? Fue el sábado 14 de enero. Estaba iniciando el encuentro de preparación de la Pascua con un grupo de jóvenes en la Casa inspectorial de Sevilla. A las 10.30 de la mañana, me llamó don Filiberto Rodríguez, consejero regional y me dio la noticia. Creo que se me cambió el color de la cara y me puse a balbucear… Puse mil pegas y me las fue desmontando. Me dijo que el Rector Mayor me esperaba en Roma para hablar conmigo. Al terminar la conversación, debía seguir el encuentro sin que se me notase na-da…Cuando hubo un momento en la mañana de trabajo personal, me fui a la capilla para orar un rato y tratar de serenarme. Al concluir, no pude decir otra cosa al Señor que “¡Tú sabrás lo que haces!”. ¿Cuáles son los grandes retos que consideras ineludibles para la Inspectoría que co-mienzas a animar y gobernar? A modo de grandes pinceladas creo que habremos de empeñarnos en varios frentes: consoli-dar la unidad y la comunión en la Inspectoría María Auxiliadora ante la nueva etapa que te-nemos por delante; renovar e impulsar nuestra vida religiosa para que sea cada vez más signi-ficativa; consolidar una pastoral juvenil creativa y con fuerza evangelizadora que responda cada vez mejor a los retos de los jóvenes; cuidar y dedicar energías e inteligencia a la pastoral vocacional. Heredas una Inspectoría con unos doscientos cincuenta salesianos, cuya media ronda la edad de la jubilación civil… ¿Crees que la unificación de las dos inspectorías del sur de España es la solución al problema del número de salesianos? Naturalmente, la unión de las inspectorías en sí misma no resuelve el problema del número de salesianos. No se trata de ser más. Se trata más bien de unir fuerzas para renovar nuestras pre-sencias y nuestra vida religiosa de forma que podamos ser más significativos. El Rector Ma-yor ha insistido frecuentemente que la verdadera “novedad” no está en unir estructuras sino en renovar la vida de cada salesiano y de cada comunidad. El “Da mihi animas” de Don Bosco es un reclamo al que volver frecuentemente para despabilar nuestra caridad pastoral y para aden-trarnos en la espesura del encuentro transformador con el Dios de la vida. Probablemente ten-gamos que seguir reflexionando y trabajando en esta dirección. José Miguel, eres un inspector joven y, sobre todo, sensible y cercano a la realidad juve-nil. ¿Cómo ves a los jóvenes andaluces, extremeños y canarios de nuestros días? Desde el día a día, ¿compartes la visión que ofrecen los últimos estudios sociológicos? Lo primero que me brota del corazón es exclamar que nos ha tocado un lote hermoso y que me encanta mi heredad. El trabajo con los jóvenes en estos años me ha hecho experimentar, sobre todo, esperanzas, compromisos y anhelos. ;i>Esperanzas de que todavía hay “buena tierra” en la vida de muchos jóvenes a los que poder anunciar con valentía la buena noticia de Jesu-cristo. ;i>Compromisos, porque, naturalmente, hay muchos jóvenes en “descampado” que re-claman atención y respuesta a sus pobrezas. Finalmente, ;i>anhelos de una realidad mejor para todos. ¿Se parecen estos jóvenes a los de las encuestas? Aunque estoy muy pendiente de ellas, he de decir que la realidad supera con mucho –positivamente– la mera estadística. A micrófono abierto, José Miguel. ¿Qué pedirías a cada uno de tus hermanos que for-man parte de las comunidades de la Inspectoría? ¿Y a los salesianos jóvenes, en particu-lar? En buena medida, ya me he dirigido a todos en mi primera carta circular. A mis hermanos, como a mí mismo, les pido confianza en que Dios sigue conduciendo nuestra historia, hará brotar agua de la roca en esta travesía y nos dará el maná a su tiempo. Sigamos entregando la vida con generosidad desde la frescura del Da mihi animas de don Bosco y ayudémonos a hacer emerger de forma significativa la fraternidad. Los jóvenes esperan de nosotros salesia-nos audaces, veraces y generosos que, en medio de ellos, les hablen de Dios con sus vidas. A mis hermanos más jóvenes, en particular, que atesoren y cultiven la caridad pastoral como el corazón que irrigue cada día la vida con el impulso apostólico que caracterizó a don Bosco. ¿Cómo ves el futuro de la Familia Salesiana en tu Inspectoría? ¿Qué pedirías a los laicos más comprometidos? Con mucha humildad, es evidente que los grupos laicales de la Familia Salesiana en el sur tienen una vitalidad extraordinaria. Hemos recibido una herencia hermosa que entre todos estamos cultivando. Tenemos mucho futuro por delante porque el Espíritu sigue soplando y el carisma salesiano ha arraigado con fuerza en esta tierra. Como nos recuerda la ;i>Carta de la Comunión, hemos comprendido que “sin vosotros no seríamos nosotros”. Y esto lo podría decir cada grupo de la Familia Salesiana. A los cooperadores, a los antiguos alumnos, a los matrimonios comprometidos en Hogares Don Bosco, a las ADMA no puedo sino darles las gracias por compartir corresponsablemente junto a los consagrados la misión salesiana. Tenemos algunos retos por delante: seguir culti-vando y acrecentando la comunión, volver una y otra vez a los jóvenes especialmente los más pobres y seguir cuidando con mimo nuestra vocación evangélica. Una palabra para los jóvenes que se plantean “algo” en la vida… Robo las palabras a don Bosco: “¡Quédate con Don Bosco! Te prometo pan, trabajo y paraí-so…”.
Miguel Ángel M. Nuño
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