En primer lugar es necesario que vea con nosotros cómo resolver conflictos; aprender a detectar cuales son las necesidades reales, (mías y de otras personas). Yo puedo pensar que mi necesidad es hincharme a chocolate, pero si mi necesidad real es alimentarme puedo descubrir que hay otros alimentos mejores y si mi necesidad es enfrentarme a mi depresión puedo descubrir que es mejor la charla con un amigo para sentirme mejor; aprender a buscar soluciones y analizar sus consecuencias. También es bueno que me enfrente a situaciones conflictivas. Si como educador o padre veo un conflicto puedo pedirles que hablen y consensuen una solución, en vez de dársela yo. En la escuela, el resto de compañeros pueden ayudarme con mis problemas. Podemos plantear un problema a la clase y pedirles soluciones en las que “todos ganen”; es decir, todos consigan satisfacer sus necesidades. Podemos acudir a hablar con otros compañeros mediadores. (Método muy exitoso en muchos institutos). En casos de poder desigual, como un alumno que abusa de otro, podemos: dramatizar la situación invirtiendo nuestros papeles, para “ponernos en la piel del otro”; entrenar, tanto la victima como el agresor, nuevas formas de actuar ayudados por otros compañeros con buenas habilidades. Estas estrategias usadas cuanto antes y desde los conflictos pequeños han permitido en muchos centros una convivencia que facilita el aprendizaje y a muchos padres tener hijos maduros que serán felices y harán de este mundo un sitio mejor.
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