«Si quieres construir una barca -afirma A. de Saint-Exupèry-, no reúnas a las personas para hacerles recoger la madera, para distribuir las tareas, y dividir el trabajo, sino despierta en ellas la nostalgia del mar amplio e infinito». No hay procesos ni recursos educativos sin el educador. Es decir, no hay educación sin conciencia ni intención educativa. ¡Iglesia, desempolva tu vocación educativa, vuelve a tus raíces! Sólo una iglesia evangelizada puede evangelizar. Se necesitan pastores, agentes de pastoral, animadores, catequistas que se pongan en situación de formación; de esos que no pueden dejar de anunciar con valentía y creatividad a Jesús porque les arde dentro. La realidad de los jóvenes no es homogénea ni uniforme, sino diversa y plural, incluso contradictoria. No se puede generalizar: hay jóvenes ya dentro de la Iglesia en una gama increíble de situaciones y procesos; los hay a la puerta; y los hay alejados de la Iglesia. A tal situación debe responder un proyecto pastoral diversificado: de convocatoria o misionero, de iniciación y de profundización vital. Se trata de un proyecto pastoral procesual. ¿A qué invitar? Cuando lo que tenemos que ofrecer no merece la pena, no nos convence, o no es digno, es normal que no nos atrevamos a invitar con valentía. Se invita a hacer una experiencia de encuentro con Cristo en una comunidad cristiana consciente, en un ámbito de libertad y gratuidad, donde se crean espacios para la acogida efectiva y afectiva, el diálogo fraterno y el encuentro personal.
Javier G. Monzón
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