Otoño de 1846. Mamá Margarita tiene 58 años, don Bosco 31. Acaba de recuperarse en I Becchi del agotamiento que supuso para él el difícil comienzo de Valdocco. Días de intimidad entre la madre y el hijo. Tiene necesidad de una persona de confianza que viva junto a él en Valdocco, que le ayude, que le aconseje. «¡Lleva a tu madre contigo!», le dice el párroco de Castelnuovo. Pero, ¿Cómo pedir a su madre que abandone I Becchi donde estaba muy a gusto, era conocida por todos y vivía tranquila en su tierra con sus nietos. ¿Cambiar, a sus casi sesenta años, una vida campesina tranquila para mudarse a una ciudad ruidosa en medio de jóvenes maleducados? La respuesta a la pregunta del hijo no se hace esperar: «Si te parece ser del agrado del Señor, estoy dispuesta a partir inmediatamente». Tomó su canasta, puso algo de ropa y algunos objetos. Don Bosco tomó su breviario, un misal y otros libros. Y partieron enseguida para Turín. El 3 de noviembre de 1846 llegaron a Valdocco, donde comenzaron su misión entre los jóvenes. En el Oratorio las ocupaciones de la madre eran el huerto, el ropero y la cocina. Años después un coadjutor salesiano, Pedro Enria, recuerda a don Bosco: «¿Se acuerda cuando por la noche estábamos en la cama? ¡Usted y su madre nos arreglaban los pantalones y la camisa gastados, porque teníamos solo eso!». Al final de la vida, cuando habló a su hijo, don Bosco se dio cuenta de que su madre conocía el Oratorio mejor que él mismo, e hizo tesoro de sus últimos consejos. En su testamento había escrito: «Adiós, querido Juan, recuerda que en esta vida se tiene que sufrir. El verdadero gozo será en la vida eterna». Treinta años después de la muerte de mamá Margarita, viviendo todavía don Bosco, se publicó la primera biografía de ella por iniciativa del secretario y primer biógrafo de don Bosco, Juan Bautista Lemoyne. Fue el regalo de don Lemoyne a don Bosco en el día de su santo, el 24 de junio. Don Bosco recibió con emoción el regalo más bonito que se le podía ofrecer y lo leyó con atención, aportando tan sólo dos pequeños retoques. A primera vista sobresale el carácter providencial de su destino. Como escribe Teresio Bosco: «La Congregación salesiana ha crecido sobre las rodillas de mamá Margarita». Esta presencia femenina tan significativa quizá sea un hecho único en la historia de fundadores de congregaciones educativas. Pertenecer, pues, a la Familia Salesiana supone acoger la luz que emana de su imagen luminosa.
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