El progreso tecnológico está sacudiendo nuestro modo de vivir en aspectos muy diversos. Hace muy pocos años no podíamos imaginar lo que ahora es normal en nuestro comportamiento. Ésta es la razón por la que nos cuesta tanto imaginar cómo será, dentro de veinte o treinta años, la vida de los «peques» que ahora empiezan la educación primaria. Sólo sabemos que su entorno vital tendrá muy poco que ver con nuestras costumbres y nuestra manera de relacionarnos cuando teníamos su edad. Reflexionaba sobre esta rápida evolución de nuestra sociedad cuando el Papa Benedicto VXI hizo público su mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, con ocasión de la fiesta de San Francisco de Sales. Los que se imaginan un Benedicto XVI incapaz de seguir el ritmo de vida que imponen las nuevas tecnologías, harán bien en ponerse al día y no precipitarse en los juicios. Las reflexiones que él nos propone en su mensaje nos sorprenden por la lucidez que manifiestan. Y ello, en el ámbito de la comunicación social, posiblemente uno de los ámbitos en los que el progreso tecnológico ha incidido más profundamente. Según el Papa Benedicto, no sólo ha cambiado el cómo de la comunicación sino también el qué. Por una razón: los cambios en la comunicación social no son más que una expresión de la vasta y profunda transformación cultural que está teniendo lugar en nuestra sociedad. Su reflexión no es en absoluto baladí. Si se da una vasta y profunda transformación en la sociedad, es porque, en realidad, está cambiando nuestro modo de ser y de vivir. Si esto es así, y si una de las dimensiones más relevantes de la misión evangelizadora de la Iglesia y de los procesos educativos tiene relación con la comunicación social, haremos bien en detenernos a pensar hacia dónde vamos y qué camino hemos de recorrer para llegar a nuestro destino. No se ha inventado un GPS capaz de orientarnos. Después de hacer una rápida alusión al fenómeno de la propagación de mensajes a través de las redes tejidas en el mundo de Internet, el Papa ha escrito lo siguiente: «Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicarnos, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades de construir lazos de comunión». Dado este primer paso, no tardamos en prever las consecuencias. La primera es la necesidad de proseguir nuestro camino sin detenernos, dispuestos a encontrarnos con nuevas sorpresas que nos obligan a reflexionar sobre nuestras actitudes y nuestros comportamientos. No podemos quedarnos con los brazos cruzados esperando que algún nuevo fenómeno sacuda nuestra inercia y nos obligue a abrir los ojos. El Papa nos lo advierte: No podéis permanecer insensibles ante el reto de la nueva comunicación social. «Tenemos a nuestro alcance unos objetivos que hasta ahora nunca hubiésemos imaginado, y que nos sobrecogen por las posibilidades que nos ofrecen los nuevos recursos tecnológicos. A la vez, nos exigen una seria y urgente reflexión sobre el sentido de la comunicación en la era digital». Ésta es la gran cuestión: ¿qué sentido debemos dar hoy a la comunicación social, cuando la misma esencia de la comunicación ha sido modificada tan profundamente? Al Papa Benedicto no le asusta introducirse en el mundo de las nuevas redes sociales con la intención de descubrir qué sucede en su seno y qué incidencia tendrán en nuestros comportamientos. Ha sido capaz de hacer un primer diagnóstico: «Cuanto más se participa en el espacio público digital que ha sido creado por las llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que cada uno tiene de sí mismo. Es inevitable que este hecho nos obligue a preguntarnos no sólo por la calidad de nuestro modo de actuar, sino también por la autenticidad de nuestro modo de ser». Ante el reto que comporta esta nueva comunicación social, nuestra sensatez debe movernos a formular una pregunta cuya respuesta podrá provocar cambios profundos en nuestro modo de ser, de vivir y de actuar. La pregunta es ésta: ¿Qué repercusión deberá tener esta nueva comunicación social en el diseño del futuro de nuestra misión salesiana y en las actitudes que nosotros deberemos adoptar para hacerla realidad, en el contexto de los cambios que el Proyecto Europa provocará en nuestras comunidades y en nuestras obras? Propongo que pensemos en la trascendencia de la respuesta que seamos capaces de dar a esta pregunta y que compartamos nuestras inquietudes y nuestras opiniones. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Al recordar el 125 aniversario de la visita de Don Bosco a Barcelona (8 de abril de 1886), podemos formular la misma pregunta de otro modo. ¿Qué camino emprendería Don Bosco si hoy estuviera en nuestro lugar? Porque este camino, el de Don Bosco, es el que nosotros debemos descubrir y emprender. Sin dilación y con valentía.
Francesc Riu
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