Lo recordarán ustedes, claro que sí, la película Titanic barrió en las carteleras del mundo entero mostrando con vigor cinematográfico la tragedia de aquellos centenares de personas que acabaron su vida en el fondo del mar cuando el más grande trasatlántico hasta entonces fabricado se sumergía sin remedio en las frías aguas del océano. Una de las escenas de la película que me llamaron la atención fue la de la orquesta de cámara. Mientras el barco zozobra y ya son muchos los que están en el agua, mientras la nave va escorándose antes de hundirse y en el mar hay desesperación para buscar botes salvavidas, en ese momento los músicos de la orquesta, inalterables y con un cierto sentimiento de nobleza y dignidad, se sitúan parsimoniosamente en cubierta y allí, ajenos al horror y al griterío empiezan a tocar. Confuso desaguisadoEstos días, al leer los periódicos y seguir los medios de comunicación, he recordado esta escena. Leo que los profesores se manifiestan en Barcelona protestando por las agresiones de las que son víctimas a manos de adolescentes, pero en el mismo periódico leo un anuncio que dice “Si con estos precios, tus padres no te lo compran, es que no son tus padres”. Paso unas páginas y leo que un chaval de 15 años ha propinado una paliza a un profesor porque éste le había quitado un paquete de tabaco. La paliza, en fin, la había grabado con su móvil una compañera. El chaval -que ya no era alumno en el momento de la agresión- ha tenido que prestar declaración; la chica que grabó fue expulsada del colegio pero sus padres se lanzaron en defensa de su niña diciendo que un encontronazo casual no tenía que servir para que marcaran a la nena con tal estigma. Tomo en mis manos un diario aragonés y leo que en un colegio zaragozano han tenido que readmitir a 8 chavales de entre 12 a 14 años que hacía un mes habían causado destrozos en dicho colegio por valor de 60.000€. Las autoridades educativas que les obligan ahora a volver al mismo colegio dicen que no quieren marcar sus vidas infantiles para siempre. Días después leo que ese mismo colegio protesta firmemente contra la política educativa y contra la Fiscalía de Menores.En otro medio aparece la noticia de que en la misma ciudad de Zaragoza un juez ha impuesto tres meses de internamiento a un joven que agredió a la bedel de un centro escolar, pero, cuando paso varias páginas, veo la noticia de un colegio que se niega a celebrar actividades de Navidad alegando la aconfesionalidad del centro y en defensa de una libertad absoluta a pesar de que celebraron Halloween hace un mes.Pero paso unas páginas y leo que varios ayuntamientos españoles han construido “botellódromos”, zonas amplias para que los menores puedan hacer botellón con más libertad y con menos molestias del personal. Tiempo de DiosEn este marasmo de valores mancillados y de pseudovalores enaltecidos, como creyente que soy, sigo pensando que éste es un tiempo de Dios, del Dios que se hace carne y sangre en la Historia, en todas las historias. Estoy convencido de que Dios nos llama a dar respuestas valientes y creativas para –como en los botes salvavidas del Titanic- salvar la vida y la dignidad de tantos jóvenes que viven al albur de este desaguisado confuso. Veo estas cosas, esta cobardía impune de todos para ceder al chantaje de adolescentes que están demandando afecto y límites y, perplejo, recuerdo las últimas secuencias de Titanic. Reaccionemos valientemente en esta especie de hundimiento de tantos ideales, no permanezcamos impasibles ante la historia de tantos jóvenes que se ahogan sin que nadie les eche un cable donde agarrarse sin sumergirse. Hay botes, chalupas, lanchas, o simplemente maderas sencillas a las que aferrarse Reaccionemos…no sea que en este naufragio los chavales nos pillen tocando el violón.
Josan Montull
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