Los padres non se preguntan si hace falta enseñar a los hijos a comer o a portarse correctamente, saben que es necesario y lo hacen. Lo mismo hay que decir con respecto a Dios. Descubrirlo con los hijos es un asunto complejo. La fe es una dimensión inevitable de los seres humanos, como lo es el pensamiento. De esta dimensión nadie en realidad puede prescindir. Quien no cree en Dios cree en alguna otra cosa: en el amor, en la justicia, en la libertad o, en sí mismos, en el poder o en el dinero. La pregunta que al respecto nos podemos hacer, es la siguiente: ¿En qué cree quién no cree en Dios?.Los niños y Dios Los niños, más que de cualquier otra cosa, necesitan de narraciones que les expliquen de dónde viene el mundo, por qué viven y dónde está ahora el abuelo que falleció hace poco. Quieren saber la razón por la cual llegamos al mundo y cuándo, lamentablemente, debemos dejarlo. Preguntan si Dios es hombre o mujer… Los niños, con sus preguntas, pueden poner a prueba la capacidad de imaginación de los padres y es irresponsable decirle cualquier cosa: sería engañarlos. A Dios se le debe “respirar”, como a alguien de casa, acogiéndolo como al Huésped con “H” mayúscula. Su presencia se descubre en la importancia concedida a la interioridad, en los acontecimientos memorables, en el amor mutuo, en la responsabilidad de los unos hacia los otros, en la valentía, en el perdón, en la esperanza. Dios no es un “sentimiento religioso vago”, sino una persona presente. Los padres, con todo, no pueden olvidar el más sencillo de los principios pedagógicos: nadie puede llevar a otro donde él no ha estado ya. Los padres no pueden limitarse a “mandar” a los hijos a la catequesis. Deben hacer su papel, que es el más importante. La Iglesia no es una “estación de servicios”. Y lo mismo que el don de la vida viene de Dios a través de los padres, así la fe viene de Dios a través de los padres y la Iglesia. La frase: “Mi hijo debe poder decidir más tarde por su cuenta qué religión escoger” es errónea desde el punto de vista psicológico-evolutivo.El aprendizaje El aprendizaje religioso se realiza en tres etapas. La primera pasa a través de la observación y la imitación: los niños “ven” con los ojos. Un niño que no ve rezar a su padre y a su madre, no rezará nunca. Para el nacimiento y el desarrollo de la imagen de Dios, el influjo de los padres es decisivo. La religiosidad, sin embargo, es adquirida también a través de la enseñanza y el acompañamiento: es la segunda etapa. Los niños tienen derecho a conocer y comprender la historia de Jesús, sus palabras, la reflexión y la tradición de la comunidad de los creyentes; luego, a ser “iniciados” a una vida “con Dios adentro”. La tercera etapa del aprendizaje de la religiosidad pasa por el robustecimiento, que viene de la aprobación de los demás y de la ratificación social. Éste es el papel de la comunidad parroquial. La ratificación social que viene de la oración y de la celebración comunitaria en la iglesia o también en los grupos, en el oratorio, hace aparecer loable y digno de ser vivido lo que es transmitido por padres y catequistas.Los ritos Los niños tienen necesidad de una relación con Dios, no de una “ideología” acerca de Dios. Algunas veces reciben imágenes deformadas: juez que condena, vigilante ceñudo que toma nota de todo, dueño que exige un alto rendimiento, policía que castiga, etc. Los verdaderos iconos son diferentes: Creador que ha plasmado a todo hombre a su imagen, Buen Pastor que acompaña y protege a sus ovejas, Padre que se preocupa de los hijos con corazón “maternal”, Amigo que sufre con el hombre y da sentido a la muerte. Pero una fe viva tiene necesidad también de gestos y tradiciones, porque los niños quieren “ver y tocar”. Uno de esos gestos es la bendición de los niños: los padres pueden bendecir a su hijo cuando sale de casa, antes de que se duerma por la noche, en el día del cumpleaños, del santo o del aniversario del bautismo. También, rezar por la noche antes de dormir: felices los padres que tienen la costumbre de rezar junto a la cama de su niño, dejando que exprese preocupaciones y desasosiegos, sentimientos y deseos. Otro gesto, leer la Biblia, “gran desconocida”: la palabra de la Biblia se refiere al presente y no al pasado, infunde significado a la existencia. Y, por supuesto, rezar en familia:enseñar a rezar es el regalo más grande que los padres pueden hacer a los hijos. Podemos añadir: seguir las fiestas del año litúrgico, celebrar el domingo con la misa, cumbre de la oración familiar …
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