Queridos amigos: Ya se fue enero. Un mes que, me atrevo a decir, no olvidaremos fácilmente. Y no precisamente por la famosa “cuesta” en la que, según dicen, se entra después de las fiestas de Navidad, ni por las rebajas que los comercios hacen en los precios durante este mes; ni siquiera por la fiesta de Don Bosco que todos habremos celebrado como se merece. Este primer mes del año 2005 será inolvidable sobre todo por el maremoto que, unos días antes de que comenzara, sufrieron varios países del sudeste asiático. En efecto. El 26 de diciembre de 2004 pasará a la historia como el día que una ola gigante –“tsunami” la llaman allí-, arrasó todo lo que encontró a su paso en amplias zonas de Indonesia, Sri Lanka, India, Tailandia… De las terribles consecuencias nos hemos ido enterando en los pasados días de enero. Seguro que seguimos todavía impresionados por las imágenes y magnitud de la tragedia. Los muertos, desplazados y desaparecidos se cuentan por miles. Y por si esto fuera poco, el maremoto ha destruido también mucho de lo que estos países, tan castigados ya por la pobreza y el subdesarrollo, necesitan para que la vida continúe. Pero si grande ha sido la catástrofe, mayor ha sido la solidaridad. He aquí la luz entre tanta tiniebla. La Iglesia y la Familia Salesiana, como en otras ocasiones, se han movilizado también en la ayuda a las víctimas desde el primer momento. Allí siguen y allí permanecerán, aunque no se les mencione en las noticias. Estoy seguro que vosotros, mis queridos amigos, como tantas otras personas anónimas, os habéis volcado igualmente en la ayuda inmediata a los damnificados. Dios quiera que no se apague esta luz; que no se debilite este impulso solidario. Ahora viene lo difícil. Para la reconstrucción tendrá que pasar mucho tiempo y hará falta mucho dinero. ¿Sabremos mantener la solidaridad? A recordarnos precisamente que este compromiso no es cosa de un día, o solamente para situaciones de emergencia, viene la Campaña 2005 de Manos Unidas que se lanza en este mes de febrero. Este es el motivo de que dediquemos este número del Boletín al grave problema del hambre en el mundo. “Norte-Sur: un futuro común” es el lema de esta Campaña. Se nos recuerda que todavía hay muchos hermanos nuestros que viven en la pobreza, están hambrientos, excluidos de la “mesa común”, la tierra que fue creada para todos. Pero sobre todo se nos urge a escuchar de nuevo las palabras que Jesús dijo un día a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer” (Mc 6,37) y a ponerlas en práctica. Estemos seguros de que nuestra ayuda servirá para quitar el hambre inmediata y para evitarla en el futuro. “Ven, siempre serás bien recibido” -dijo Don Bosco a un muchacho hambriento que se le acercó en la etapa del Oratorio ambulante-. “Yo me las arreglaré para que puedas cenar y dormir esta noche –prosiguió-. Mañana te llevaré a un buen patrono y tendrás albergue, pan y trabajo” (Mbe II, 286-287) . He aquí, mis buenos amigos, el camino por donde nosotros deberemos transitar sin demorarnos en la tarea de combatir el hambre en el mundo. Con mi afecto y oración
Pablo Marín, director
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