Lo dicho anteriormente es para el cristiano y para el no cristiano. Pero, como cristianos, estamos llamados a algo más: aportar lo más originario como creyentes y seguidores de Jesús. Es decir, hacer y ofrecer la experiencia de Dios en la experiencia de solidaridad.Los cristianos entendemos y creemos que las potencialidades que toda persona lleva dentro las ha puesto Dios. Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y por eso todos llevamos la huella de nuestro Creador, quien se fijó en su Hijo a la hora de crearnos. Desde que el Verbo de Dios se hizo carne y puso su tienda entre nosotros, Jesús se ha convertido en la Plenitud de la humanidad y la humanización. Quienes lo acogen llegan a ser hijos de Dios. Jesús no es una idea, ni un valor ético, es Persona Trinitaria. Él ha venido a revelarnos la plenitud de nuestra vocación, de nuestra humanización, la Vida de Dios mismo (cf Jn. 17, 1-3). Pero esa Vida que se nos regala, no se aprende, se acoge y se vive unidos a Dios a través de Jesucristo. Todos somos uno en Cristo y para eso vino al mundo: “Para que queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y que les has demostrado a ellos tu amor como me lo has demostrado a mí (Jn. 17, 22-23).Así la fe nos ayuda a comprender “qué es el Hombre” (varón y mujer), revelado en Jesucristo: es un ser creado para vivir el amor y la comunión en libertad. El rostro de nuestro Dios que nos revela Jesús es: ser una comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, relacionadas por el Amor y guiadas por la libertad. Jesús se nos revela como la expresión y transparencia del amor de Dios; es El HOMBRE que vino para vivir y construir la comunión en el mundo. Dios, a imagen y semejanza suya, nos creó en libertad y en comunión y para la comunión y la libertad. Comunión con Él y comunión con Él en los hermanos, sobre todo en los pobres, con los que se ha identificado de manera especial: “lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos, a mí me lo hacíais y cuanto dejasteis de hacer con uno de ellos, a mí me lo dejasteis de hacer” (cf. Mt 25, 31-46).Para los cristianos la verdadera solidaridad consiste: en seguir a Jesús pobre, servicial, entregado y en comunión con todos los hombres y de manera especial con los pobres. “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” Como al escriba del evangelio, nos preocupa saber quién es nuestro prójimo. Y la respuesta de Jesús al escriba es la misma que nos da a nosotros: no se trata tanto de saber quién es, sino de hacernos nosotros próximos, prójimos, solidarios del otro (cf Lc 10, 27-37)
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