En nuestra sociedad hay un defensor del pueblo. ¿Hay también defensor contra el castigo? La pregunta puede hacerse desde la otra orilla: ¿es necesario el castigo?Una madre adorada Juan Bautista Lemoyne, primer biógrafo de la madre de don Bosco, Margarita, atestigua de ella: «Quería a toda costa que la corrección no provocase ira, desconfianza, desamor. Su máxima sobre este punto era bien clara: llevar a sus hijos a hacer todo por afecto o para agradar al Señor. Por eso era una madre adorada». Lemoyne habla de;i> corrección, no de castigo. Corrección es llevar a rectitud lo deforme. O acabar de hacer, “perfeccionar”, rematar, la obra que se tiene entre manos. Un buen pintor, Giorgio Vasari, cuenta en su biografía de Miguel Ángel que éste describía el trabajo de un escultor de este modo tan sencillo y, sobre todo, humilde: “Basta quitar lo que sobra”. Juan Bosco fue un educador sacerdote. Nació, sin duda, con la pureza y el brillo del precioso bloque de mármol de los Alpes Apuanos que Miguel Ángel se puso delante en agosto de 1499 para labrar la maravillosa estatua de la Piedad del Vaticano.Escuela de pedagogía Margarita supo comprender la riqueza de sus hijos. Sin distinciones en el trato, intuyó la del hijo pequeño, tan especial. Y con su amor, su vida y sus palabras fue tallando su personalidad como la parte del trabajo que Dios le confiaba. Admiró, respetándola y agradeciéndola, la belleza del soplo que Dios había puesto en él. Y fue corrigiendo lo que de menos recto podía dejar el polvo de cada día en su espíritu sensible y perspicaz. La educación de sus hijos la sintió apasionadamente como la misión de su vida. Seguramente no perdió nunca ni el tiempo ni el horizonte diciendo: “Qué suerte he tenido con mis hijos”. Agradeció el regalo que Dios le había hecho en ellos y dedicó todo su empeño en ayudar a la Gracia en su tarea de talla y acabado. Don Bosco, ya educador, escribiría: “La educación es cosa del corazón”. La escuela de pedagogía la había tenido en su madre, que consiguió que sus hijos la “adoraran” (escribe Lemoyne), porque«quería a toda costa que la corrección no provocase ira, desconfianza, desamor. Su máxima sobre este punto era bien clara: llevar a sus hijos a hacer todo por afecto o para agradar al Señor”.Modelo y estímulo Se podría pensar que don Bosco no pudo ser sino sacerdote y educador, educador sacerdote. Naturalmente, y por encima de todo, porque Dios le marcó ese destino y le quiso como instrumento para ello. Pero si el maestro, cuando es de verdad maestro, despierta en el corazón de sus alumnos el aprecio por su persona, su rectitud, su entrega, su ecuanimidad, su tenacidad, su amor… no es difícil que esos alumnos, impresionados por tanta grandeza, sientan la necesidad de ser lo que ellos. Juan sintió en su madre, orientada siempre hacia Dios, el mejor modelo y estímulo para dar su vida en el grado más generoso de la paternidad. Y lo hizo, como ella lo había hecho, sin castigos, que son siempre sutiles venganzas, sin provocar “ira, desconfianza o desamor”. Sino “llevando a sus hijos a hacer todo por afecto o para agradar al Señor”.
Alberto García-Verdugo
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