La realidad se llena de este color que nos sitúa en un escenario donde predomina la pureza, la armonía, la limpieza o la inocencia… El blanco prueba que es posible arrimarse y contagiarse de objetividad. La sencillez del voluntariado social se recrea en un contexto donde domina la competitividad o la agresividad y en el que los últimos de la fila no cuentan. El voluntariado está llamado a ser “último de la fila”. Si se construyera una estatua, en la base solo cabría la palabra “humildad”, término que nos instala hacia actitudes de sensibilización ante los problemas, especialmente de los más vulnerables o excluidos de la sociedad. Ser solidario no es una condición innata a las personas, sino una actitud para revisar, educar, experimentar permanentemente…, sobre todo en clave política. Permite alcanzar una sabiduría vertebrada por una serie de esencias. Por ello, la acción sociovoluntaria demanda un compromiso serio, más a medio y largo plazo, computarse no exclusivamente desde el producto (“estoy aquí para hacer”, “mi proyecto”, “mis pobres”…), el tiempo (“soy voluntaria una hora a la semana”…) o el individualismo (“en febrero no puedo porque tengo exámenes en la universidad”…). Es cierto que estas expresiones forman parte del día a día de muchos jóvenes que se inician, de personas que llevan tiempo colaborando o de mensajes de muchas campañas para captar voluntarios. En el futuro, tendremos que saber traducir o estar preparados ante las diversas formas y acepciones que significarán esto de ser solidario.
Gustavo Esteve
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