Una encíclica dedicada al amor cristiano. Para algunos puede resultar un tema demasiado simple, para otros una mera reflexión “piadosa” fuera de la realidad de nuestro mundo. Sin embargo, quien se confronta con la ;i>Deus caritas;i> est descubre el fundamento de nuestra fe, para nada un tema accesorio o “piadoso”. El cristianismo no se ocupa, primariamente, de un conjunto de normas morales o ritos que realizar. El cristianismo es, sobre todo, el convencimiento de que hemos creído en el amor de Dios. “Así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida” (n. 1). Amor a Dios y amor al hermano. Amor porque Dios nos amó primero (1 Jn 4, 10), y más aún, porque Dios es amor (1 Jn 4, 16). Por amor Dios nos ha creado y nos ha donado la salvación. Jesucristo es la máxima expresión de este amor. El amor es el mandamiento nuevo y el distintivo de la nueva comunidad cristiana. Pero el mandato del amor “no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea «todo para todos» (cf. 1 Co 15, 28)” (n. 18).
No hay Comentarios