Hace unos días tuve ocasión de leer un ataque frontal contra la televisión y los medios de comunicación en general que los trataba de “medios de perversión” en los que “está todo podrido”, que “incitan a la violencia” y que producen “disgregación social”. Como profesional de la comunicación, me planteo si el problema está en la televisión, en los que la ven o en la poca educación mediática que tenemos. Deberíamos educarnos unos a otros en el uso de los medios, no solo de padres o educadores a hijos, sino también de hijos a padres y formadores. Cada vez que estemos delante de un medio deberíamos preguntarnos si es lo que queremos hacer en ese momento y si eso que vemos es lo que de verdad deseamos ver o se ha colado en nuestra casa sin permiso.La televisión, y por extensión los demás medios de comunicación, como todo recurso, necesita ser utilizado correctamente. Tenemos que aprender a usarlos. No sirve solo leer el libro de instrucciones que lo acompaña sino que debemos aprender a sacarle el mayor partido. Los medios de comunicación pueden ser verdaderos y eficaces ayudantes a la formación. Todo depende del uso que les demos. Una lavadora dejará la ropa limpia, no solo si seleccionas bien el programa de frío o caliente sino también si evitas mezclar la ropa que metes dentro. Con la televisión pasa lo mismo, puedes controlar a la perfección el mando a distancia, pero “si mezclas los colores”, algo destiñe. Si usamos la televisión como niñera, como profesor, como escaparate… algo terminará por encoger y no será precisamente la ropa, sino los valores.

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