Queridos Felipe y María: Cuando pensaba en qué escribiros, decidí consultar con mi compañero de sección Paúl Sanz, y de entre los muchos temas que surgieron, hubo uno sobre el que no dudamos: la educación. La educación, está desgraciadamente, a diario en nuestros telediarios. Es mala señal, porque en ellos abundan las catástrofes y las malas noticias, recortes, huelgas, informes PISA nefastos, que dejan a nuestro país a la cola de Europa en algo fundamental, ya que como dijo Malcolm X: “La educación es el pasaporte hacia el futuro, pues el mañana pertenece a aquellos que se preparan para él hoy”. La explicación es compleja, pero podemos elencar algunas razones. En primer lugar la inestabilidad del sistema educativo, que yo he padecido en mis propias carnes: he estudiado bajo dos leyes educativas diferentes, y desde que dejé la enseñanza obligatoria han surgido otras dos reformas. La razón ya la sabían los romanos: la educación es un instrumento para dominar a cualquier pueblo, (ellos enseñaban latín a los pueblos dominados y así los iban convirtiendo en “sus ciudadanos”) y eso es lo que hace cada partido político al llegar al poder. También instaurada por los romanos está la “idiotización” del pueblo llano con la fórmula “panem et circenses” (para los que no hemos estudiado latín: “pan y circo”), es decir que la gente tenga el estómago lleno y la cabeza repleta de cosas nimias mediante una multitud de espectáculos fútiles. Para constatar lo segundo, basta una ojeada a la parrilla televisa. Otra razón del fracaso de nuestros sistemas educativos, es la metodología empleada por algunos docentes, que olvidan que el alumno es el protagonista de su propio aprendizaje. Benjamin Franklin nos deja una frase inolvidable: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. A esto colaboran no sólo las dificultades en el aula, sino la escasa importancia dada a la opinión de docentes y alumnos en la elaboración de los currículos formativos. Si a esto sumamos, el menor tiempo, y en algunos casos, la ausencia de interés de algunos progenitores, que piensan que sólo en la escuela se educa y que ellos se pueden lavar las manos; y unos niños y jóvenes, que pasan cada vez más tiempo solos y carecen de buenos modelos de conducta, en los que reflejarse, tenemos el cóctel explosivo listo para ser accionado. Lo triste, es que esto tendrá unos efectos nefastos en el futuro de nuestra Sociedad, y los que ayer y hoy reducen el gasto en educación olvidan lo que decía Víctor Hugo: “Abrid escuelas para cerrar prisiones”, algo que suscribiría nuestro padre y maestro Don Bosco, contemporáneo suyo. ¿Que nos queda? Comprometernos todos para generar el mayor número de espacios y modelos de aprendizaje posible para los jóvenes de hoy, que se enfrentan a un escenario tan complejo y con tan pocas manos amigas a su alcance.
Ángel Gudiña
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