Falleció en Madrid, el día 9 de abril a los 88 años. A los que le hemos conocido, nos ha dejado una huella imborrable llena de amor y vida. Propagó la devoción a María Auxiliadora con vocación y dedicación incansable, su sobrino salesiano Eduardo Martín, actualmente en Honduras, tuvo la alegría, estando de paso por Madrid, de poder celebrar la eucaristía por su vida, donde recordó cómo fue mediación para que él entrara en el seminario salesiano. En el Colegio de las salesianas de Delicias, donde estudiaron sus dos hijas, fue pionero catequista junto con las hermanas salesianas, allá por los años cincuenta en el poblado de San Fermín. En el Colegio de Atocha disfrutó mucho con las tómbolas misioneras, vendiendo rifas, lotería, cobrando las cuotas de los Antiguos Alumnos y no cesó en su quehacer como cooperador salesiano. Junto a su esposa Cefe, no descansaba ninguna noche sin rezar el rosario, ni cesaba en la bendición de la mesa y en la repetición de la jaculatoria “auxilio de los cristianos, ruega por nosotros”. Muy amante de su familia hasta los últimos días, esperó con ilusión la llegada de su primer biznieto Pablo, el día de san José, no dudó en que le llevaran en la silla de ruedas al hospital para conocerle, 20 días después fallecía, con la misma paz que vivió.

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