De dónde procede todo…
En la pascua del año 1992, el papa Juan Pablo II, en el mensaje que escribía para animar la celebración de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, hacía resaltar una idea genial, que en los años posteriores fue, y sigue siendo todavía hoy, objeto de reflexión y trabajo en muchos de los ambientes eclesiales actuales, especialmente en los de pastoral juvenil. En dicho texto, el Papa animaba a toda la Iglesia a “crear una cultura vocacional que sirviera de estímulo natural para el florecimiento de nuevas vocaciones”.
Sobre esto, mucho se ha escrito y se ha pensado. Hoy se cuenta con una amplia bibliografía de libros, artículos de revistas especializadas, actas de congresos y conferencias de expertos que han tratado de desarrollar y desplegar esa idea. También los Papas posteriores han hecho numerosas referencias a la cultura vocacional; de forma particular, Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, en la que ha planteado la necesidad de llevar adelante una pastoral en conversión, a través de una Iglesia en salida, que se pone de parte de los más pobres, que actúa como hospital de campaña, y cuya misión de anuncio del evangelio considera que es tarea de todos. La cultura vocacional es una cuestión de gran interés y exige compromiso por parte de toda la Iglesia.
Se trata de un marco de referencia para todo proyecto de pastoral. Cada comunidad eclesial, sea parroquia, movimiento, obra religiosa o proyecto misionero, debería llevar adelante su tarea evangelizadora tratando de crear una atmósfera vocacional que favoreciera el germen de nuevas vocaciones de seguimiento a Cristo, como sacerdotes, laicos consagrados, o seglares.
Este ambiente tendría que ser como el humus o terreno pastoral en el que predominaran los valores evangélicos, los testimonios vocacionales, y, sobre todo, un estilo de vida cristiana sencilla y alegre. Además, se vería reforzado con la antropología cristiana, con una cuidada vida espiritual sostenida por la oración y los sacramentos, y con un fuerte espíritu de servicio de unos con otros, y con los más necesitados.
La Familia Salesiana no se siente fuera de esta tarea. Por eso, desde hace unos años, está llamada a trabajar en la creación de esa cultura vocacional. El Capítulo General XXVI, del año 2008, instó a todas las presencias salesianas a fomentar la creación de una cultura vocacional inserta en el proyecto educativo de cada obra, proponiendo que esa labor fuera llevada adelante por laicos y salesianos.
En estrecha conexión con esta orientación capitular, el Aguinaldo del año 2011, Venid y veréis, ha sido una nueva aportación a tal empresa, insuflando en ella nuevo aire. En él, don Pascual Chávez, sensibilizado con la dificultad de las vocaciones en Europa, planteó una interesante reflexión, ofreciendo una serie de líneas de acción con las que ayudar a orientar a las comunidades educativas pastorales locales, a fin de hacer más eficaz la labor de descubrir, proponer y discernir la opción vocacional en los jóvenes, cumbre y meta de toda la propuesta educativa salesiana.
Don Bosco, nuestro maestro vocacional
En esta sintonía de ondas, la Familia Salesiana, con los ecos del Jubileo del Bicentenario recientemente clausurado, en el compromiso de seguir trabajando por la creación de la cultura vocacional en las presencias, tiene que seguir mirando a Don Bosco, gran maestro en este arte.
Don Bosco creó en Valdocco un ambiente vocacional capaz de hacer surgir vocaciones, casi de forma natural. Contribuyó a ello la familiaridad, el intenso clima espiritual y la propuesta de servicio, es decir, de voluntariado, que creó alrededor de aquellos muchachos.
Con la familiaridad, supo poner las condiciones necesarias para que los jóvenes se sintieran a gusto, queridos y respetados, seguros y valorados. Estas circunstancias tuvieron un enorme valor educativo y propositivo. Con el clima espiritual, fomentó la relación íntima de cada joven con Dios y con la Iglesia, haciendo crecer en el corazón de cada uno, una especial relación de cariño. Consideró que los dos sacramentos pilares, la eucaristía y la confesión, debían ser instrumentos con los que el joven pudiera experimentar su autoconocimiento personal y la paternidad cercana de Dios. Con la propuesta de servicio, ayudó a sus jóvenes a donarse, a comprometer la vida con los demás, a descubrir el valor y la alegría de entregarse gratuitamente al prójimo, y la felicidad que esto produce.
Pero además, a todo esto sumó la muestra de testimonios ejemplarizantes de personas, como la suya propia, la de los salesianos, la de Mamá Margarita, la de jóvenes destacados, y la de tantos otros que fueron uniéndose a aquella humilde casa, despertando interés, atracción y deseo.
A este excepcional ambiente, unió otras dos herramientas muy bien usadas por este genio de la educación cristiana: el acompañamiento que hacía de cada joven, a través de las numerosas horas que pasaba confesando o conversando con ellos; y la visión positiva de la vida y de cada uno, cooperando con un sano desarrollo de la persona, y originando una sólida confianza en sí mismo y en Dios.
Otros muchos cuidados prestó a sus jóvenes, destacándose en él, una especial atención educativa a cada uno de los chicos, con el fin de descubrir los signos que le hacían pensar que podría tener vocación, y poniendo a su disposición todo lo necesario para poder dar cauce a la misma.
Don Bosco orientó a muchos jóvenes para el sacerdocio, la vida consagrada, y la laical.
Construyendo hoy nuestra cultural vocacional
De esta inagotable fuente que es Don Bosco, y de la que nunca debe dejar de beber la actual pastoral juvenil salesiana, surge hoy todo lo necesario para seguir construyendo y haciendo florecer una buena cultural vocacional.
En comunión con toda la Iglesia, Don Bosco solicita a su familia que en cada casa salesiana se cuiden los elementos que él mismo usó en la animación vocacional de Valdocco. Y lo hace, no como repetición de un esquema del pasado que tuvo éxito, sino descubriendo en ellos intuiciones geniales que no han caducado; y sobre todo, que, unido, por una parte, a la rica teología de la pastoral vocacional con la que contamos en la actualidad, y por otra, al contexto de nueva evangelización en el que nos encontramos, con las orientaciones que el papa Francisco nos ha hecho en su programa pastoral, las sensibilidades culturales que dominan en el mundo presente, y a través de los procesos educativos que ofrecemos a los jóvenes, pueden originar el renacer vocacional.
Don Bosco pide hoy conocer bien lo que la Iglesia entiende por vocación y vocaciones. Solicita trabajar la pastoral juvenil desde las orientaciones que la Congregación da a través del magisterio del Rector Mayor y su Consejo, como el Aguinaldo del 2011, o la carta de don Vecchi, Es tiempo favorable, y de forma especial, el Dicasterio para la Pastoral Juvenil, con el “manual”, Marco de Referencia.
En él, se recuerda que la pastoral juvenil se realiza a través del Proyecto Educativo Pastoral, instrumento pedagógico para los educadores de la obra salesiana, respuesta a las necesidades de los jóvenes y forma de trabajo en equipo; que esta misión es realizada por la Comunidad Educativa, laicos y consagrados, que se siente llamada y que responde a una vocación dando testimonio a través de vidas cristianas auténticas.
En la acción concreta, Don Bosco propone a su familia una atención especial a todo lo catequético, particularmente a los itinerarios de educación en la fe, donde, además de ofrecer contenidos de la vida creyente, se deberá contar con los nuevos lenguajes y provocar experiencias que favorezcan la personalización de la identidad cristiana de cada joven; una clara opción por los más pobres y excluidos; la apertura de la casa a la zona donde se encuentra, con una cálida acogida de los jóvenes que acuden a la misma, haciendo de la casa salesiana un lugar donde descubrir el amor y la cercanía de Dios, fuente de crecimiento y desarrollo; anima a ofrecer acompañamiento a los jóvenes y a los procesos que éstos están viviendo; pide crear en cada obra una impactante experiencia de comunión entre todos, educadores y jóvenes; y recuerda que hay que fomentar una buena pastoral familiar que ayude a crear verdaderas familias cristianas. Además, nunca podrá faltar la propuesta explícita, hecha con audacia y provocación a cada joven.
¿Qué tenemos ya conseguido? ¿Qué nos queda por hacer?
Jorge J. Reyes
Miembro del Equipo Nacional de Animación Vocacional
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