Queridos amigos: En primer lugar os deseo, de corazón, un venturoso y muy feliz año 2005. Que la sonrisa y la paz de Dios os acompañen todos los días de este nuevo año recién estrenado. ¿Cómo se han portado los “Reyes” este año? Espero que hayan sido generosos con todos, especialmente con los niños, pero también con jóvenes y mayores, con todas las familias. Con toda seguridad los Magos nos habrán traído buenos regalos, pero no podemos olvidar, sin embargo, que hemos recibido el mejor regalo de parte de Dios: su Hijo Jesús, el Salvador de todos. En el mes de enero brilla con luz propia la fiesta de Don Bosco. El día 31 la Familia Salesiana y el gran número de sus amigos celebramos al santo que la Iglesia ha reconocido también como “Padre y Maestro de la Juventud”. Preguntarnos a estas alturas qué significa para nosotros Don Bosco pudiera parecer una pregunta superflua. Creo que no lo es. En el complejo presente en que vivimos buscamos luces en el pasado, en la tradición cristiana y salesiana. Por eso Don Bosco, desde su experiencia humana y espiritual, nos puede iluminar hoy. Dos aspectos, profundamente entrelazados, quisiera destacar de esa experiencia: la actitud de servicio, manifestada en la preocupación sincera por las personas, y una radical confianza en Dios, que en Don Bosco encuentra una mediación extraordinaria en su relación filial con María, Inmaculada y Auxiliadora, la Madre del Señor. En estos tiempos en que lo burocrático, lo económico y lo político nos absorben tanto tiempo y tantas energías, nos viene bien recordar que para Don Bosco lo importante fueron siempre las personas; acogerlas incondicionalmente, acompañarlas y, sobre todo, el estar disponibles para ayudarles y sostenerlas en los momentos difíciles fue algo que Don Bosco hizo con total naturalidad. Vivió, como sabemos, una etapa difícil de la historia de Italia y de la Iglesia y, en situaciones de verdadero conflicto, se mantuvo con toda coherencia como creyente y como sacerdote. La confianza en Dios fue la luz y la fuerza que lo guió y sostuvo en su vida. ¿Pensáis que vale la pena mantener el carisma de Don Bosco? Pues entonces, mis queridos amigos, conviene comprometerse decididamente en la propuesta vocacional salesiana. Que sepamos alentar a jóvenes y adultos a elegir y a vivir con alegría la opción salesiana como laicos, como religiosos y religiosas, como sacerdotes, para que en la Iglesia y desde ella se comprometan de verdad por la justicia, por la paz y por la solidaridad para bien de toda la humanidad, especialmente de los jóvenes más necesitados. Con mi afecto
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