Por su edad, podía esperarse la muerte en cualquier momento. Pero Petronila era fuerte. En su larga vida únicamente había entrado en un hospital cuando, hace cinco años, fue atropellada por un camión cargado de botellas de butano y le rompió la cadera y el fémur. A raíz de esto comenzó a fallar su fortaleza física, pero resistió hasta el final con un estado general aceptable y con la mente clara. Por eso sorprendió a muchos su muerte el día 28 de abril. Su partida fue serena, sin agonía, sin medicamentos y sin hospitales; en su casa, donde había trabajado tanto y donde había educado a sus seis hijos. Fue durante años tesorera de la Asociación de María Auxiliadora en su colegio de Villena (Alicante). Siempre estuvo muy unida a los salesianos, al santuario de María Auxiliadora, al colegio donde se educaron sus cinco hijos varones. De allí vio salir a dos hijos que quisieron ser salesianos y que, junto a su esposo Antonio, entregó con generosidad al Señor. Solamente llegó a la meta uno, su hijo Ángel Tomás hoy inspector de Valencia. Se sintió salesiana al cien por cien pero se comprometió con su parroquia y otras de la población. Evitó cerrarse sólo al ambiente salesiano compaginando muy bien el sentirse miembro activo de la Iglesia en diversos ambientes. Era una mujer de Iglesia. Don Egidio Viganó en su visita a Villena, hace años, le otorgó el título de “Mamá Margarita” a petición de los Antiguos Alumnos. Era como Mamá Margarita: sencilla, prudente, piadosa, colaboradora en todo lo que podía. Al mismo tiempo tenía genio y su carácter era robusto y fuerte. Su energía y vitalidad le hizo sacar tiempo para todo y para todos. Su estado de ánimo era sereno y cercano a todos los salesianos sin hacer distinción. Nunca se permitió una crítica o un comentario, fuera de lugar, sobre nadie. Sus grandes alegrías: ver a sus hijos felices, haber sacado adelante una familia numerosa, haber ayudado a muchos, difundir la devoción a la Virgen, vender mucha lotería y… pedir para ayudar a los demás. Pero la alegría que más feliz le hizo en estos últimos años en que no salía de casa, era ver cómo la imagen de María Auxiliadora, el día de la procesión, se volvía bajo su balcón para mirarla. Se sentía privilegiada. Era un adelanto de la felicidad que desde ahora gozará para siempre junto a Ella.

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