Después de una grave enfermedad, esta bienhechora falleció a los 96 años de edad. Había entrado en contacto con los Salesianos hacia el año 1975. El pretexto fue su profesión de peluquera. En la parroquia salesiana María Auxiliadora de Sarriá revivió su fe y se identificó plenamente con María Auxiliadora. Con el transcurrir de los años fue conociendo a los salesianos que pasaban por la comunidad. Les repetía con frecuencia que le habían robado el corazón. Los consideraba su familia. Estuvo muy comprometida con la misiones salesianas. Realizaba colectas entre sus clientas que después enviaba a Francisco Balauder, misionero salesiano en África, que le informaba puntualmente por carta de las necesidades de la misión. Era proverbial su claridad y sinceridad, comentando anécdotas, vivencias o el momento actual. Tenía una larga experiencia acumulada por años de trabajo incansable, de honradez a toda prueba… que sabía compartir abierta y sensatamente. Su trato era directo, sincero, espontáneo, agradable y permitía entrar en todos los temas hasta el fondo. Para todo tenía una palabra, dejando entrever los valores como: la familia, la fe, el trabajo, la amistad, su tierra catalana… Sentía gusto especial por la poesía. Cuando el médico hace dos años, le dictaminó el cáncer que le causó la muerte, con gran serenidad y claridad, le dijo que a su edad no valía la pena ya ninguna intervención. “En este mundo no estamos para siempre” dijo, y consideraba que ella ya tenía su misión cumplida. Aceptó el progresivo avance de su dolencia paliada con los recursos normales de la medicina. Falleció el 25 de septiembre, después de la fiesta de la Merced.

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