Como primer sucesor de Don Bosco, don Rua recibió la responsabilidad de guiar y orien-tar la congregación salesiana ante nuevas situaciones históricas. Intentó mantener el espíritu educa-tivo del Oratorio. Para ello recuerda a los salesianos que el sentido de la Congregación y de la propia vocación salesiana está presente y pervive en cada uno, más allá de los elementos materiales y los recursos necesarios para llevar adelante la misión salesiana, con el corazón de Don Bosco. Han pasado años y generaciones, la misión salesiana se ha extendido, ampliado e implantado en muy diferentes contextos. Hoy sigue resonando en nosotros, educadores y familia de Don Bosco, ese “el Oratorio está en ti” de los primeros tiempos. Y nos preguntamos cómo podemos crear en nuestros ambientes salesianos las condiciones para que los jóvenes puedan dar sentido a sus vidas, como en su tiempo hicieron Don Bosco y los primeros salesianos. Muchas veces nos decimos que tenemos que llegar a proponer a los jóvenes planteamientos vocacionales serios. Nos preguntamos también qué está ocurriendo, al resultar cada vez más difícil iniciar procesos de discernimiento vocacional que lleguen a planteamientos de vida desde una con-ciencia cristiana y un compromiso creyente. ¿Estamos ofreciendo realmente un modo creíble de discernimiento vocacional cuando transmitimos una difuminada imagen de la vocación? ¿Plantea-mos la vocación como una opción personal necesaria para un modo de vivir como respuesta personal a Dios?.Ofrecemos sobre este argumento una pequeña reflexión sobre los pasos o condiciones previas que se tienen que ir garantizando para que el joven transforme su pregunta: «¿qué quiero hacer con mi vida?» en esta otra, creyente y vocacional: «Señor, ¿qué quieres de mí?».El sentido de la vidaHoy, al igual que Don Bosco en su tiempo, nos preguntamos cómo podemos ayudar a los jóvenes a descubrir tras la hermosura de las cosas creadas al autor de la belleza. Creyentes o no, muchos jóvenes, en medio de contradicciones, dudas y proyectos, se plantean de manera profunda y sincera el sentido de sus vidas. Tarde o temprano, cada persona se enfrenta a la cuestión del sentido, a veces quizás de modo dramático, ante la evidencia del sinsentido. Experimentamos en la cuestión del sentido el punto de partida para toda tarea de animación pastoral en clave vocacional. Dar sentido a una realidad: la vida, que es lo único con lo que muchos jóvenes pueden contar como una certeza, mientras todo lo demás se pone entre interrogaciones.Configurar una vida, dotándola de sentido, es quizás la tarea pastoral más urgente y apasio-nante para educadores, animadores y agentes de pastoral. Ofrecer al joven pistas para que pueda plantearse con seriedad su vida es ponerle en condiciones de discernir la orientación que puede, debe y quiere dar a su vida. La pastoral salesiana, en continuidad con la pedagogía de Don Bosco, ofrece a cada joven un proceso, un itinerario que reúne las condiciones necesarias para orientar ade-cuadamente las decisiones fundamentales de sentido de la propia vida. A este proceso nos referimos cuando hablamos de discernimiento vocacional. El elemento integrador de todo el proceso, el protagonista fundamental, quien no puede fal-tar, y a quien sin embargo en ocasiones dejamos de lado, es Dios.Primacía de DiosDar sentido a la vida, sin entender que es un don de Dios, deja sin motor todo el proceso de sentido para el creyente. Plantearse la vida como vocación, expresa de forma práctica la primacía de Dios en la vida. No se puede ni dar por supuesto, ni prescindir de este paso. Pastoralmente hacemos refe-rencia a la vida como un don, y al modo de vivirla como una tarea. Estamos partiendo de una con-vicción que es ya una opción. Llegamos a ella mediante la comprobación de que nuestra vida está abierta a la relación con quien nos la ha dado. Es en Jesús de Nazaret en quien descubrimos que crecer como persona es responder a una llamada personal de Dios a vivir enviados a una misión en la vida. Desaparece la sombra del sinsentido, y se recupera lo genuinamente cristiano: la convicción de que mi vida es un proyecto de amor que Dios me regala dejando en mis manos la totalidad de sus posibilidades y la responsabilidad de frustrarse o realizarse.Aceptar la comprensión de la realidad existencial personal como una llamada de Dios a la vida, y entenderla en clave creyente como don recibido, es ya un logro pastoral. No es fácil ni rápido llegar a plantearse la propia vida de esta manera. Descubrimos que toda vocación tiende a realizarse en la entrega de este don. Se realiza en la medida que se hace concreción en la vida. Conocer la propia vocación implica estar dispuesto a realizarla, por lo que en la tarea pastoral el objetivo concreto es ayudar a que cada persona conozca en qué consiste, para su vida, la llamada de Dios. Sólo desde aquí es posible y creíble presentar el discernimiento vocacional, que por su propia esencia implica una actitud religiosa. Este es su ámbito natural, en el que una vez situada la persona, delante de Dios, se plantea la decisión por el sentido de su vida conforme al Evangelio, bajo la acción del Espíritu de Jesús. La Orientación VocacionalCreemos resolver con este planteamiento el dilema que se nos presenta muchas veces sobre cómo presentar la vocación. Si ofrecemos la lógica de la vida como vocación, cada persona está llamada a responder a Dios, teniendo en cuenta que no será verdadera vocación la que se reduzca a una ape-tencia personal o a mera búsqueda de autorrealización. Admitir el discernimiento vocacional es ya admitir la vida como vocación en un sentido principal: la “vocación humana”, cristiana, apostólica, y específica en la Iglesia. Ayudar a cada per-sona a responder en clave de fe a la llamada de Dios de un modo concreto es la tarea del acompa-ñamiento del discernimiento vocacional.Podría pensarse que la pastoral juvenil que realizamos ya cumple su misión al hacer posible que el joven haga una opción vocacional. Es cierto, pero no se debe dar por concluido ningún pro-ceso. De nada sirve poner en una situación ideal para el discernimiento, si luego éste no se produce. Parece necesario, por tanto, considerar que la pastoral ha de hacerse cargo también de la orientación vocacional. Llamamos orientación vocacional al modo en que cada persona conduce su vida, te-niendo en cuenta las opciones que comporta un proyecto que se establece siguiendo la voluntad de Dios, y que se va llevando adelante en la propia vida de forma progresiva. Se trata de una orienta-ción de la vida, de su sentido, más allá de una orientación simplemente profesional. La orientación vocacional es un proceso, que tiene en cuenta las distintas edades y las circunstancias concretas en que se suscita el discernimiento vocacional y que afecta a todas las dimensiones de la persona.Una propuesta vocacional explícitaLlegados a este punto, desde la realidad de la animación vocacional que se intenta llevar adelante en la pastoral, algunos sensibles a las posibles dificultades de estos planteamientos, se pre-guntan si es legítimo hacer una propuesta vocacional concreta a la vida religiosa o el sacerdocio. Se preguntan si este tipo de propuestas son interesadas o vulneran la libertad con que se debe realizar todo discernimiento. Todos los jóvenes, este es nuestro planteamiento, tienen derecho a que se les ayude a orientarse a la hora de construir su personalidad y su vida teniendo en cuenta el Evangelio. Toda persona tiene que llegar a ser capaz de descubrir su vocación específica, y orientarse según esta vocación, para lo cual es importante tener en cuenta que la propuesta explícita es un elemento de discernimiento o que ayuda el discernimiento. También hay que lograr que la persona goce de la capacidad de aceptar, rechazar e incluso posponer la propuesta de modo razonable. Es la condición de todo planteamiento vocacional. Sin embargo, considerar que la opción vocacional y la decisión surge por sí sola, es no tener en cuenta lo que por experiencia comprobamos frecuentemente: que la llamada de Dios, la vocación se manifiesta y se descubre a través de la propuesta explícita de al-guien. Quien «se hace» propuesta para el joven es alguien que, como Jesús para la vida del cristiano, se manifiesta significativo y portador de sentido. El ministerio del acompañamientoLa respuesta a Dios muchas veces no depende solo de la generosidad de los jóvenes. Los jóvenes se caracterizan por grandes gestos de entrega entusiasta, sinceras acciones de compromiso mantenido y profundas opciones de vida, pero comprobamos lo difícil que puede resultar hoy en día encontrar el sentido de la vida a quienes viven muchas veces desorientados o distraídos por tantos estímulos y experiencias que no son capaces de interiorizar y asimilar en un proyecto concreto.El acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional son la ayuda pastoral que per-mite al joven descubrir la interpretación de sí mismo y de su vida desde la llamada que Dios le hace. En ocasiones se tendrá que empezar por comprender la propia historia mirando hacia atrás, el camino recorrido, la propia biografía, los elementos que se van integrando en la historia personal. El acompañamiento ayuda a encontrar un sentido detectando el grado de autenticidad de la persona, el fortalecimiento de la libertad y la decisión vocacional que se ofrece para vivir orientados. A partir de este sentido, es cuando se puede seguir el discernimiento para encontrar, entre las diversas voca-ciones apostólicas, aquella a la que Dios llama a cada uno. Una familia con muchas vocacionesDesde Don Bosco hasta nuestros días se ha ido configurando la Familia Salesiana en sus diferentes ramas y carismas específicos. Para acompañar a los jóvenes en su discernimiento vocacional, pen-samos que la presentación y el conocimiento de las distintas vocaciones apostólicas en la Familia Salesiana puede ser un elemento importante. Dios puede llamar a nuestros jóvenes a una vida laical, como solteros, casados o consagrados; a una vida religiosa, contemplativa o activa; al sacerdocio, diocesano o religioso; misionero, como laico, religioso o sacerdote. Tomar en serio la labor de ayudar a discernir y acompañar las vocaciones específicas pasa también por mostrarnos disponibles a ofrecer el testimonio de nuestra vida y de nuestra vocación realizada. Con esto, no queremos que haya más, pero tampoco menos vocaciones, de las que Dios llama. Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores, Voluntarias de Don Bosco, Volunta-rios con Don Bosco, miembros de ADMA u otros grupos de la Familia Salesiana estamos llamados a testimoniar en la Iglesia que nuestra vida nos llena de tal manera que desearíamos que otros tuviesen nuestra misma experiencia de plenitud de sentido desplegando al máximo las posibilidades de la vocación recibida.
Francisco Santos
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