El diálogo se puede trasladar igualmente a otros ámbitos que parecen más específicos o exclusivos en efectos de la escuela. Hay, en efecto, quien entiende la historia, la literatura, el desarrollo tecnológico, el arte, el cuidado del propio cuerpo, la convivencia escolar o la educación artística, como objetos de diálogo entre la persona que aprende y el ámbito de su propia apertura a la trascendencia Es apasionante entender la convivencia ciudadana desde la perspectiva de un único Dios en el que todos podemos sentirnos “personas”, “criaturas de Dios” o “hijos del mismo Padre”. Nuestros escolares pueden entender la belleza, como manifestación del poder creador de Dios en la naturaleza, admirar y contemplar la perfección de los microorganismos, entender la capacidad de desarrollo tecnológico o valorar la racionalidad y la afectividad de las personas como proyección permanente de la sabiduría de Dios reflejada en el ser humano. Para algunos, una educación de calidad es la que hace posible entender la convivencia ciudadana, no sólo como fruto de las buenas relaciones interpersonales, sino como reflejo y aproximación al querer de Dios sobre la humanidad. Todo esto se puede enseñar y aprender en la escuela. Así lo entendió don Bosco. Para él la educación religiosa evita el recurso a la disciplina represiva. Pero además, para don Bosco, educar la dimensión religiosa es educar al ciudadano. Por eso propone el objetivo: la formación del “honesto ciudadano” como “buen cristiano”. Lo cual significa que pone la vivencia de la fe como eje del compromiso ciudadano.
Ángel Miranda
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