Encorbatados y pertrechados de revistas, cartera y Biblias, aparecieron en la puerta de casa dos personas que me espetaron casi sin pensarlo un -¿le preocupa a usted la enfermedad?…¿ha pensado en su salvación? Vi que eran testigos de Jehová, les dije con mucha educación que no perdieran mucho el tiempo, que les agradecía su preocupación por mi salvación pero que no tenía interés en hablar sobre eso a esas horas. Pero ellos me insistieron con preguntas hasta que uno de ellos, que parecía mayor y más bregado en la predicación, me espetó -¿qué es para usted el Reino de Dios? Yo no podía creer que a aquellas horas de la mañana pudieran hacerme una pregunta de tal calado con tanta seriedad.-Oigan, les dije, ¿ustedes creen que ahora tengo que explicarle qué es el Reino de Dios?, ¿Creen que es el mejor momento?, ¿No creen que es una pregunta tan seria que intentar contestarla aquí, en este rellano, sería desvirtuarla?Pero ellos, erre que erre, el Reino de Dios por aquí, el demonio por allá, Adán y Eva que se cuelan en la conversación, el menospreciado nombre de Jehová… y yo, sin perder la calma, intentando responder educadamente. -Su problema, les dije, es el literalismo. No se puede leer literalmente el texto bíblico dando por verdad histórica lo que son géneros literarios; cuando esto se hace así, surge el fanatismo religioso y esto es muy peligroso. Miren, todo texto sacado de contexto se convierte en un pretexto. Vigilen ustedes, pues están en un tris de andar por esos derroteros.Y entonces, el joven, que parecía más prudente hasta entonces, comienza a decir lo mal que está la Iglesia, que es intrínsecamente perversa, que se enriquece a costa de la Biblia y que manipula a los jóvenes. Y me habla de la Inquisición, y de la maldad de la juventud a la que el demonio, como dice el versículo no sé cuántos del libro del Apocalipsis, ha transformado en una pandilla de drogados y de violadores, y que más vale que se vayan convirtiendo, que -si no- el Dios bíblico se las va a hacer pasar canutas; y que Jesucristo dice que el que no respete el nombre de Dios se va a condenar y que -al parecer- yo tengo boletos comprados en esa rifa…y…Por fin, cuando recupero el resuello, les digo -señores, hasta aquí hemos llegado. Creo que la juventud es una maravilla que suele ser víctima de las tropelías de tipejos diabólicos a los que el Apocalipsis denuncia y que, por cierto, el Apocalipsis no es un libro de profecías parecidas al horóscopo, sino un texto de resistencia escrito en los primeros años del cristianismo bajo la persecución de Diocleciano. Creo que Jesús de Nazaret da a conocer el nombre de Dios por excelencia: Abbá, papá, por eso cada vez que nos acercamos desde la misericordia a los más pobres y excluidos estamos honrando el nombre de Dios como aparece en el capítulo 25 de san Mateo, y -continúo- como ya sólo me queda por escucharles el tópico del dinero del Vaticano, quiero decirles que la Iglesia lleva 2000 años dejándose la piel y la vida para anunciar el Reino de Dios y yo la amo entrañablemente. Por eso, estudien ustedes y sepan que es precisamente ese ataque visceral contra la Iglesia lo que les está descalificando. Necesitamos formarnosYa en casa, pensé en aquellas dos personas. Y pensé también en cuan necesaria es la formación teológica de los cristianos. En momentos de la historia en los que hay un batiburrillo ideológico tan desconcertante, los fundamentalismos suelen hacer acto de presencia. No me extraña que Don Bosco con sus escritos y sus Lecturas Católicas procurara la formación de los cristianos cercanos. Esa preocupación debemos tenerla hoy. Ahora es muy necesario el diálogo interreligioso. Cuando el diálogo esté bien hecho, la otra religión me hará descubrir cosas buenas de la mía. Pero hoy es también necesario no poner todo en el mismo rasero. No todo es religión, hay mucha ideología sectaria y sin fundamento que se disfraza de seriedad. Ojalá que en las comunidades cristianas vaya creciendo el convencimiento de la necesidad de formarnos. Podremos así apostar por un futuro más humano donde las sectas perniciosas queden al descubierto y donde las religiones, lejos de ser instrumento de división, sean de relación y de fraternidad asentadas en la convicción de sabernos hijos de un mismo Dios.
Josan Montull
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