El pasado 2 de mayo tocaba tierra en las costas de Myanmar el ciclón tropical Nargis. Nadie podía imaginar, en aquel momento, la destrucción que traía consigo para este país del sudeste asiático, con una población que ronda los 48 millones de personas, dos veces en extensión territorial a España y cuya economía se basa en la agricultura principalmente.El recuento de víctimas no cesó. Se habló de más de 100.000 muertos y 34.000 desaparecidos, que pronto se vieron superados. Los daños se contabilizaron económicamente y la cifra alcanzó los 6.400 millones de Euros. Un proceso de reconstrucción largo y de duelo por los miles de fallecidos en este desastre natural de grandes proporciones, sólo equiparado al Tsunami del año 2.004 en el Océano Índico que causó la muerte de 250.000 personas o el reciente terremoto en China, con más de 70.000 muertos y desaparecidos.Colaboración y ayuda salesianaLos Estados de Mon y Kayin y las Divisiones de Bago, Ayeyarwady y Yangon se declararon zona catastrófica. En un país en el que el 4% de la población es cristiana y el 89% budista, el amor de Don Bosco se hace notar. La única casa salesiana, “San Juan Bosco” en Yangon, sede también de la Visitaduría de María Auxiliadora (MYN), se vio afectada por el paso del ciclón. Los tejados del Instituto fueron volteados por el viento y por la lluvia, y la cocina quedó dañada por la caída de árboles. También quedaron inservibles los estanques para la cría de peces y de pollos, y se perdió la cosecha de arroz y de grano con los que los salesianos daban de comer a los muchachos pobres. Los colaboradores del propio instituto se quedaron sin sus casas y tuvieron que marchar a otras zonas del país menos afectadas.La Iglesia, presente en Myanmar, prestó su ayuda a los damnificados. En Mandaly, el día 8 de mayo, se celebró un encuentro durante el cual se creó un comité de solidaridad para atender las necesidades, al mismo tiempo que los Obispos llamaron a la solidaridad de la gente y de las organizaciones. Monseñor Charles Maung Bo, salesiano, Arzobispo de Yangon, recordó un informe de las Naciones Unidas y exhortó a los fieles a rezar por las víctimas y a colaborar con las ayudas. La necesidad de víveres, de voluntarios y materiales de construcción y sanitarios no había terminado. El prelado pudo comprobar in situ la destrucción provocada por el Nargis. Además, las ONG y las Procuras de misiones salesianas existentes en varias naciones próximas se coordinaron para realizar esmeradas intervenciones. Los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en Myanmar colaboraron activamente con la Iglesia local, e incluso algunos de ellos atendieron a sus propios familiares.
Daniel Díaz- Jiménez Carmona
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