María se parecía a otras muchas mujeres galileas, lo mismo que su Hijo se parecía a los demás hombres de su aldea; pero ambos se distinguían de ellos porque no tenían ningún pecado (uno era el Dios encarnado) y la otra la madre de Dios, templo del Espíritu Santo. Juntos nos muestran el camino del futuro y de la plenitud a la que estamos invitados: un mundo de Gracia, un mundo de Amor y Libertad pleno, sin la esclavitud del pecado; donde el mal y todos sus males hayan sido vencidos. El Amor primero, creacional e inalterable de Dios es el fundamento de la existencia, está en el origen de la realidad creada y a este Amor así de grande ha de responder una vida concreta (la nuestra y la de nuestro actual mundo). Y esto no es un cuento, es algo realizado por ellos. Ahora nos toca a nosotros y a las próximas generaciones. María asunta al Cielo, resucitada con el Resucitado, nos invita a continuar nuestra peregrinación hacia la meta, la victoria de la vida sobre la muerte. El Dios que se hizo hombre diviniza a los seres humanos por la comunicación de su ser personal, iniciada en la fe -el que cree, tiene vida eterna- y consumada en la visión eterna -seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es-. Esto ha sido ya realizado en María y es garantía de futuro para nosotros. La gracia no es simple medio para alcanzar el fin; es ya el fin que vive en germen dentro de nosotros y de la historia. Ambas realidades, gracia y gloria, consisten en lo mismo: en la comunión con Cristo. María las fue viviendo en el cotidiano y ahora goza plenamente de lo que en la penumbra de la fe vivió en el día a día. Dios asumiendo la naturaleza humana, hace de toda la humanidad su templo, es decir, la humanidad entera se convierte en portadora de la divinidad y es capaz de revelarla; por eso, María, indisolublemente unida a Cristo por Dios mismo, es modelo para toda persona humana. Con María Dios dice una palabra nueva sobre el mundo; sobre este mundo en el que vivimos y sobre nuestro futuro. Con María se aprende a vivir comprometidos. El Magnificat de María nos despierta e impulsa a actualizar el proyecto ético de Dios que debe ser realizado. Es ésta una de las razones principales por las que en nuestra reflexión y devoción, como en la de Don Bosco, Madre Mazzarello, y en la de toda la Familia Salesiana, la Inmaculada y la Auxiliadora son inseparables: la Gracia libera y nos hace libres; la fuerza del amor y energía que de ella nos nace, las ponemos todas al servicio de los más necesitados.
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