Hace ya casi cuatro años que empecé este camino, que comenzó como una prueba y que poco a poco se ha ido haciendo más real, más concreto y mucho más apasionante. Es difícil decir exactamente cómo nació mi vocación, hablar de un momento concreto sería complicado; diría más bien, que el Señor me ha ido llamando en muchas situaciones a lo largo de mi vida, pero yo sólo lo descubrí cuando conocí a las Salesianas. Fue en el CES “Don Bosco”, donde entré con 18 años para estudiar Magisterio. Poco a poco fui conociendo el ambiente salesiano, respirando sobre todo un espíritu de familia que me sorprendía y una alegría especial en cada salesiana que iba conociendo; alegría que empezó a interrogarme: ¿se puede ser feliz, auténticamente feliz siendo religiosa? Está claro que el proyecto que Dios tenía pensado para mí, era muy distinto al que yo misma me había hecho. Así que me fié y comencé a escucharle a Él, dejando a un lado mis metas personales, mis planes de futuro… Ahora era Él el que iba guiando mis pasos. Fui entendiendo con ayuda de personas, de experiencias,… que el Señor me llamaba, y me llamaba con fuerza; me llamaba ¡a ser feliz!; solo me quedaba responder. Lo hice y con su ayuda lo sigo haciendo cada día. Después de estos años, pienso que lo que más me ha ayudado es la confianza en mi misma, en Él, que lo va haciendo todo, y en las personas que he encontrado; y también un modelo muy concreto en el que me he apoyado en este tiempo: santa Maria Mazzarello, la primera FMA, y, junto con don Bosco, cofundadora de las Salesianas. Su secreto: ¡vivir cada día en alegría y cada momento entregándose a los demás, con la confianza puesta en el Señor de la vida!
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