Matu tiene 11 años, vive en el mercado de Gicomba, en Nairobi (Kenia), aunque ya casi no recuerda cómo acabó allí. La mayor parte del tiempo tiene hambre y para olvidar siempre va acompañado de un bote de pegamento. Lal vive a kilómetros de distancia, en Purnea, al norte de India, pero también vive solo en la calle. Sus padres murieron y sus tíos le pegaban y le hacían trabajar de sol a sol por lo que decidió escapar, pero la vida sigue siendo muy dura para Lal. A Betty, en Sierra Leona, la vida tampoco le sonríe y con 14 años se prostituye para poder comer. Manuel trabaja en una mina, Catalina fue una niña soldado, John tuvo que dejar su hogar por la guerra y no sabe dónde está su familia… y así hasta millones de niños y niñas, millones de historias de vidas rotas donde la pobreza, la violencia y la violación de los derechos de los menores son el denominador común.
La Convención de Derechos del Niño cumple 29 años de su firma en Naciones Unidas. Era 1989 cuando la Comisión sobre Derechos Humanos estableció una serie de principios para proteger a los menores de los abusos y el abandono. Ciento noventa y un países ratificaron el acuerdo, pero la realidad es que todo quedó en una mera declaración de buena voluntad. Millones de menores todavía hoy, en el siglo XXI, ven vulnerados sus derechos más fundamentales de protección, educación, derecho a la salud, al juego, al descanso… Más de 263 millones de niños, niñas y jóvenes no reciben educación alguna, uno de cada cuatro sobrevive con menos de un euro al día, uno de cada 12 muere antes de los cinco años, 20 millones son refugiados, más de 100 millones son explotados, otros son esclavos o utilizados para la guerra…
Ante este panorama, tan sólo cabe mejorar si nos ponemos manos a la obra. Organismos internacionales como el Banco Mundial han demostrado que ningún país ha conseguido progresar sin invertir antes en los menores. Los países que se han preocupado por su salud, su educación o la nutrición de este grupo de edad consiguen mejorar sus valores de desarrollo. La población menor de 16 años supone el 36% del total del planeta. Y merece ser tenida en cuenta porque nos jugamos en ello el futuro.
Desde Misiones Salesianas, junto con los misioneros que trabajan en 136 países, estamos comprometidos con los niños, niñas y jóvenes de todo el mundo. Queremos que los menores puedan vivir su infancia y su juventud de una manera digna, feliz, con esperanza y oportunidades para forjarse un futuro. Por ello, una de nuestras apuestas es la educación de calidad de todos ellos, sobre todo, de los que tienen menos oportunidades. El acceso a la educación es una de las claves para que el futuro de los menores sea diferente. El lugar de los niños y niñas es el colegio, es el patio, es el hogar y la protección de la familia… Y Matu lo ha conseguido. Hoy vive en el Centro Bosco Children, donde recibe la atención necesaria de cualquier niño de su edad. Va a la escuela, juega al fútbol con sus compañeros, recibe una alimentación adecuada… Un misionero también cambió la vida de Lal, y la de Betty, y la de Manuel, y Catalina ha conseguido ir a la Universidad para realizar estudios de enfermería… y John aunque no sabe dónde se encuentran sus padres, sí ha encontrado personas que se ocupan de él y que buscan la manera de que su futuro sea mejor y nunca más tenga que huir para salvar su vida. Son millones los niños, niñas y jóvenes que han reescrito su vida gracias a que alguien creyó que podían hacerlo, a que alguien los protegió y les dio las herramientas necesarias.
Los derechos de los niños ya están reconocidos por casi todos los países, excepto dos lamentables casos, Estados Unidos y Somalia. La voluntad política existe. Ahora hay que actuar con responsabilidad y comprometernos como adultos para que todos los niños, niñas y jóvenes del planeta puedan contar con una infancia y una adolescencia felices.
Ana Muñoz
No hay Comentarios