Había nacido en Baracaldo (Vizcaya) el 9 de enero de 1889. A los 16 años ingresó en la Congregación Salesiana. Cursó los estudios de filosofía en el colegio de Carabanchel Alto (Madrid) y los de teología en el estudiantado internacional de Turín (Italia). Ordenado sacerdote en 1912, amplió estudios de sociología en Lieja (Bélgica); se le confió la dirección de importantes colegios, y fue elegido provincial de Cataluña, Valencia y Madrid. La Santa Sede lo nombró en 1934 visitador de los Seminarios de las provincias eclesiásticas de Valencia, Granada y Sevilla. Un año después, en 1935, lo preconizaba obispo de Pamplona. El clima de reconciliación que supo inculcar en el pueblo navarro, dividido por la contienda civil, hizo que Pío XII lo nombrase arzobispo de Valencia en febrero de 1946. En la renovación espiritual y material de la Diócesis que se propuso el arzobispo tuvieron gran importancia: la creación en 1948 del Instituto Social Obrero, para la instrucción y formación de los trabajadores; la fundación en 1947 del Banco de Nuestra Señora de los Desamparados, para la ayuda a los necesitados; la construcción de viviendas protegidas, etc. Todo ello mostraba su deseo sincero para poner remedio a las muchas necesidades sociales.Al cumplir los 75 años de edad, según las normas del Concilio Vaticano II, presentó su renuncia, que le fue aceptada por el Papa Pablo VI en noviembre de 1966. Falleció en Valencia el 21 de octubre de 1972. Sus restos mortales descansan en la capilla de Santo Tomás de Villanueva de la Iglesia Catedral de Valencia.Ahora, la documentación estudiada y analizada por el historiador Cárcel Ortí, muestra que el arzobispo salesiano defendió a miles de condenados a muerte, a huérfanos y a viudas, tras la guerra española de 1936. Siendo obispo de Pamplona, escribió cartas al Jefe del Estado, para “salvar la vida de miles de condenados a muerte y consiguió la conmutación de muchas penas capitales, la reducción y la liberación de encarcelados en el Fuerte de San Cristóbal de Pamplona”, declaró Cárcel Ortí a la agencia de Noticias AVAN. Organizó también la atención de los “huerfanitos de la guerra, como llamaba a los hijos de las víctimas, a los que buscó ayudas económicas; intervino en diversas ocasiones frente a las autoridades locales para conseguir la anulación de condenas…Tal fue su defensa de los detenidos políticos al terminar la Guerra Civil que centenares de presos le enviaron después cartas de agradecimiento”, precisó el historiador, añadiendo que monseñor Olaechea “fue uno de los prelados más críticos con aquel régimen político”.El estudio histórico de Cárcel Ortí, explica que “cuando monseñor Olaechea era obispo de Pamplona centró su labor pastoral en la reconciliación del pueblo dividido por la contienda”. No todo fueron fusilamientos, represiones y depuraciones; al acabar la guerra hubo también indultos, revisiones de procesos, reducciones de penas, liberaciones de encarcelados, y otros gestos de clemencia gracias a la intervención directa de la Iglesia. Este estudio, editado por Espasa-Calpe, recoge documentación inédita del Archivo Secreto Vaticano, que “sintetiza la hecatombe de 1936 y desmiente muchos tópicos y mitos de la década más dramática de la historia de España en el siglo XX”.
Luis Antonio Medina
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