Ya se fueron los Reyes Magos dejando en nuestros zapatos, bien embetunados para la ocasión, una serie de regalos que seguramente sean de nuestro agrado. Un regalo siempre nos hace ilusión, sea cual sea, desde aquellos que van acompañados de un -es que los necesitabas-, tan típico de las madres cuando en nuestros zapatos depositan calzoncillos y calcetines, a esos de -estoy seguro que te haría mucha ilusión- en los que se nota que la otra persona estaba pensando en nosotros, y que ha hecho un gran esfuerzo por encontrar algo que nos sorprenda y nos guste. Pero ustedes dirán, ¿qué hace el chico este de Misiones Salesianas hablando de regalos en el Boletín Salesiano, será que le han afectado demasiado los excesos navideños? No se preocupen, queridos lectores, les voy a dar la respuesta ahora mismo, el pasado día 6 de enero me encontré junto a mi zapato una caja bien grandota que guardaba unas zapatillas deportivas y me hizo mucha ilusión. Bueno no quiero perder el hilo, estaba yo con mis zapatillas nuevas en la mano, esperando un tazón de chocolate calentito con el que acompañar el roscón, tradiciones familiares ya se sabe, y me vino a la mente una imagen que se me quedo grabada de mi último viaje a Brasil y a República Dominicana. Los niños y niñas de las escuelas de fútbol caminaban bajo la lluvia, porque llovió y mucho, y algunos dirán que el clima en esos países es maravilloso todo el año, calzados con unas sandalias mientras llevaban sus zapatillas de fútbol en la mano. Quizá muchos pasarían por alto ese detalle, pero yo no fui capaz… Todavía me acuerdo de unas zapatillas de baloncesto que me trajeron también los reyes magos hace muchos, muchos años, en esa época que no daba tiempo a que se rompieran las zapatillas porque ya nos había crecido el pie. Eran mis zapatillas de baloncesto, no las usaba para otra cosa, pero ni siquiera para los entrenamientos, simplemente para los partidos, siempre estaban blancas radiantes y pronto llegó el día en que dejaron de valerme. Pero habían sido uno de los regalos que más feliz me hicieron en mi infancia. Entonces yo vi a esos niños con sus botas de fútbol, que impedirían que sus piececillos se llenaran de barro y se empaparan, colgando en sus manos o dentro de una bolsa. Y volví a ser un niño. Para ellos esas botas eran un gran regalo, las cuidaban, las mimaban, eran para jugar al fútbol, a ninguno se les hubiera ocurrido ponérselas para ir a dar un paseo, o ir a clase, antes irían descalzos. No pude evitar acercarme a una niña de unos 9 años, Kayla se llamaba, y la pregunté que porque no se ponía las zapatillas y así no se mojaba los pies, su respuesta fue la esperada: -Son zapatillas de fútbol, me las han dado en el cole para jugar al fútbol, si las utilizo en otra cosa se gastarán y no podré jugar al fútbol-. Kayla representa esa inocencia del niño que no tiene nada, que no está acostumbrado a recibir regalos, representa a todos esos niños que nunca escucharán -es que lo necesitabas-, porque lo necesitan todo siempre y que nos sorprenden con sus planteamientos, a tan corta edad, cargados de razón. Kayla me miraba extrañada, como si yo no hubiera entendido para que valen unas botas de fútbol, y yo la miraba sonriendo y pensando en mi armario repleto de zapatillas y zapatos, cada uno para una ocasión, los zapatos de vestir, las sandalias, las chanclas de la piscina, las botas de fútbol, las botas de montaña, los náuticos para el verano, las zapatillas bajas para salir a tomar algo, las zapatillas de estar por casa… Ahora mi armario, gracias a los reyes magos, tienen unas zapatillas más, el de Kayla, quién sabe si ella tiene armario en su pequeña casa de chapa en plena favela de Jacarezinho, tiene unas botas de fútbol gracias a los amigos de Misiones Salesianas. Ella seguramente no conoce nuestras caras, ni nuestros nombres, ni siquiera sabe de la existencia de los reyes magos, en Brasil y República Dominicana los regalos los traen Pai Natal o Santa Claus, pero de una manera u otra, todos y cada uno de los que colaboran con Misiones Salesianas cada vez que generosamente se deciden a prestarnos su ayuda se ponen una corona, una capa y les crece la barba hasta convertirse en un rey mago para miles de niños y niñas que como Kayla, cuidarán de sus regalos como si fueran el más preciado de los tesoros. Lapiceros, libros, balones, camisetas, gafas, cuadernos y botas de fútbol, ojalá podamos llenar el mundo de botas de fútbol que lleven detrás de un balón la sonrisa de cientos de niños.
Lorenzo Herrero
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