Individuos y colectividades han expresado mediante la música, el teatro, la literatura, la danza y las artes plásticas… sus aspiraciones más profundas. Tras agotadoras jornadas destinadas a satisfacer las necesidades primarias, nuestros primitivos antecesores realizaron toda suerte de obras para expresar sus más profundos sentimientos e inquietudes. Con imágenes simbólicas nacidas del arte, anticiparon un futuro distinto y mejor. Modelaron las primitivas esculturas y diseñaron pinturas rupestres. Cuando aprendieron a dibujar palabras, escribieron poemas, narraciones, oraciones y toda clase de documentos sobre tablillas de barro, papiros y pergaminos. El teatro y la danza se pusieron al servicio de sociedades deseosas de escuchar y contemplar reflejos de la vida y del pensamiento. La sociedad actual tiende a encorsetar a las personas en horarios y espacios muy estructurados. Los protocolos y la regularización de la vida dificultan la creación artística. El tiempo libre puede convertirse en ámbito para recuperar la facultad creativa. Don Bosco hizo del Oratorio lugar de expresión. Llegó a afirmar que un Oratorio sin música es «como un cuerpo sin alma». Cautivó a sus jóvenes con sugerentes narraciones que despertaban la curiosidad. Escribió libros sencillos. Hizo del teatro una herramienta educativa… Afirmó que hay que evitar las reflexiones moralistas y filosóficas, sustituyéndolas por historias y anécdotas que cautivan a niños y jóvenes. El tiempo libre es tiempo para la cultura, la lectura y la expresión. En él puede aflorar toda la riqueza interior en forma de manifestaciones artísticas.
José Joaquín Gómez Palacios
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