Un día un amigo me preguntó qué era lo más importante en mi vida, aquello que más valoraba. Le contesté que “las personas”, personas auténticas, con valores, capaces de llegar al corazón de los demás. Vivimos inmersos en una sociedad donde prima el “tener”, nos rodeamos de todo tipo de comodidades, buscamos con ansiedad la mejor marca, el último modelo. Derrochamos por vivir tensamente. Estoy seguro y convencido que muchos problemas se solucionarían si dedicáramos quince minutos a reflexionar. Lo más importante de una persona está en el “ser”. Y esto significa ser responsable de tu vida, de tus acciones, de tus decisiones. Nacer y vivir en libertad es algo que nos lleva a aceptar nuestra manera de ser y respetar la vida de los demás. La vida de cada persona es un regalo del cielo. La vida de cada persona es un encuentro con la felicidad. La vida de cada persona merece el máximo respeto. La vida de cada persona solo pertenece a ella misma. No importa la edad, no importa el credo, no importa la ideología política, no importa si es hombre o mujer, no importa si es blanco o negro, no importa su título universitario… solo importa “él como persona”. Cada detalle, cada gesto, cada caricia, cada sonrisa, cada vez que se da la mano, cada vez que se llega a tiempo a la vida de los demás… se está dignificando la persona, estás haciendo que las estrellas siembren el mundo con mensajes de paz. Yo… sí, sigo creyendo en las personas.
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